Y no. No se espanten. Esto no se trata de mi debut en el travestismo, esas cosas no son para mi -no tanto por mi matrimonio con la masculinidad canónica como por mi pereza ante la sobreproducción. Y estarán de acuerdo que si se quiere ser mujer no se puede dar uno el lujo de ser sencilla. Antes muerta que...
-Hola, me llamo Selena.
-Hola, yo soy Manuel. ¿Cómo estás?
-Buenísima, ¿no se vé?
-(risas) Sí, claro. Era un sólo un formalismo.
-Los formalismos déjamelos a mi, que me la paso aplicando cenevales por toda la república y lo primero que hago es separar mujeres de hombres. A ellas les exijo mucho esfuerzo y a ellos bajarse la bragueta... Una que sabe utilizar la cuña.
Viernes de esitrar el cuello para ver a Maria Daniela bailar como quien hace un exámen de estrabismo con el micrófono al ritmo de los beats pegajosos y letras insulsas a propósito, mientras en la multitud se oían los vítores de fresas, indies y hardcoreros cantando "yo asesiné a mi novio, a solas en el dormitorio", segundos después de elogiarle las tetas a la cantante o gritar pidiendo alguna canción de su primer disco.
Sábado de estreno en el Spartacus, un antro democrático pero mucho menos trash de lo que me imaginé, un paraíso para los fumadores con su cielo exclusivo para los travestis -que tienen su escalerita para llevar consigo a sus fans que les demuestran su admiración de las más variadas y pintorescas formas. Imagínense ser testigo -a media luz- de un encuentro erótico entre un cargador de verduras del mercado de abastos y una mujer hecha a mano sin necesidad de darle play o pause a ningún control remoto.
Llegar al lugar fue una odisea justamente compensada por la experiencia y el regreso fue como una bajada en ruleta rusa. Creo que yo era el menos borracho del grupo y en algún momento del trayecto me visualicé hecho pedazos a un lado de la carretera o estampado en algún muro como graffitti angelino, pero afortunadamente Morfeo se apiadó de mi y me permitió llegar roncando a mi departamento. Antes de dormirme, pasamos por un bado que me puso las tripas en el cuello y sólo alcancé a gritar: ¡Vámonos a Reino Aventuraaaaaa!
Y eso fue este fin de semana: una aventura más que agregar a mis ojeras y mis líneas de expresión, que no puede uno andar por la vida borrándose las huellas como ola sisifesca.
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