martes, abril 29, 2008

Caras y gestos

Recibo la semana con un ojo morado y un dolor en la espinilla.
Ojalá hubiera sido de un pleito, pero no da para tanto la vida citadina: aquí o te asaltan en un taxi o te descuartizan en un callejón y no estoy yo para andar con esos trámites...
Perezoso y despistado que es uno, pues.
En lo que sí soy consistente es en lo hocicón: sólo es necesario un juego de cartas donde te pegas una en la frente y das chance a la numerología para que te toque ser el verdugo o la víctima. Yo, que de lo segundo tengo poco, me regodeo en las respuestas horteras, de fluídos corporales y situaciones cuasi escatológicas que en lugar de ponerte por debajo de la escala social resulta que te dan hasta prestigio. Son chingaderas, ahora hay que choquear a la gente con que se va a casar uno, y a procrearse y a votar por el PAN o alguna de esas atrocidades comunes, delitos de mayorías.

No es que quiera ser rompedor a huevo, pues no hay nada más snob que eso. Pero creo que cuando en el círculo de juego hay una stripper y su novia, una estudiante de maestría lesbiana producto de Enlace (sic), un modelo-actor que se cree la hermana perdida de Britney, un fotógrafo de modas y un obsesionado con las telenovelas de televisa, no se puede competir limpiamente. Lo más rompedor en esos momentos hubiera sido decirles que rebasé el promedio de lecura nacional a la semana de comenzado el año, o que el IQ no es una marca de helados, o que una metáfora no es una planta ni una enfermedad... Propongo jugar Maratón, pero para mi sorpresa me dicen que no tiene chiste, porque ya todos se lo saben. Mi sorpresa recibe un baldazo de agua fría cuando me informan que su Maratón es de Las Estrellas (celebridades sería la traducción más acertada).

El hit de la noche fue Caras y Gestos, evidenciando a cada papelito el profundo desfase entre el resto del equipo y el que ésto escribe. No sé que hubiera hecho yo si me hubiera tocado personificar María Mercedes.

... El temblor me tomó en una sala de cine y déjenme decirles que lo más impactante es ver el terror dibujado en la cara de una multitud. El mareo por la oscilación geológica lo consigue uno perfectamente con la dosis adecuada de alcohol, pero ¿cómo te salvas de la histeria colectiva?

jueves, abril 24, 2008

Reply

O;

No sabes cómo me agüita recibir este correo y leerlo tan tarde.
Me hubiese gustado que me llamaras pero este mail no es para reprochar. Las últimas noticias que tuve de A. eran positivas, así que esperaba que cualquier nueva que llegara fuera en ese tono. Me debió haber quedado claro hace tiempo que la vida tiene agenda propia y uno no se puede confiar.

Me habría gustado al menos hablar con él antes de que pasara ésto. Con las prisas, ni siquiera le dediqué el libro de Vallejo que le mandé con I. y no estoy seguro si alcanzó a recibir. El libro era una versión de una promesa incumplida mía hacia A. (decidí mandarle algo menos desgarrador que El Desbarrancadero), además de una manera de hacerle saber que estaba con él -aunque a distancia, pero preocupado por su situación y solidario, como siempre fuimos uno con el otro.

Es bien extraña la conexión que teníamos (así es generalmente entre dos personas complicadas) y me gustaría tener la certeza que entre tanta angustia e incertidumbre tuvo un momento para acordarse de mi. Siempre fuimos cómplices y comparsas que comparten un cariño que no necesita decirse (como son los cariños verdaderos), pero que tal vez debió ser más constante, tomando en cuenta la distancia.
Las últimas veces que platicamos por el msn todo parecía ir bien. Creo que todo lo que pasó lo tomó a él por sopresa casi tanto como a nosotros. No quiero imaginarme todo lo que pasó. Él, que no le temía a nada y que vivía como si la vida fuera una constante resistencia, como si el placer fuera la mayor de las venganzas frente a las adversidades, esas que le hacen a uno construír una coraza para ocultar al niño temeroso y precoz veterano del desamor.

Me habría gustado reírme con él por última vez de las certezas de la ciencia y las de la fe, pero pasó igual que con R. que eligió un escenario lejano para irse (aunque creo que A. hubiera preferido Marruecos o Turquía en vez de un hospital del estado). ¿Te acuerdas que nos enteramos de su muerte justo unos minutos antes que empezara aquella obra de teatro donde los responsables de crear la bomba atómica se hacen reclamos éticos y de alcoba mientras la humanidad está a punto de mostrar su peor cara?

Así me siento ahora, como si los adioses se me atoraran en la garganta. Ayer, mientras caminaba de regreso a casa se proyectaban mis auto-reclamos en boca de extraños: una mujer con la que tropecé y me llamó pendejo y no sé que tantas cosas, o aquella otra que me pidió un peso y me llamó hijo de perra al no recibir respuesta o el de hoy en la mañana, que también pedía algo (aquí lo que más contamina es la pedidera) y yo sólo tengo para dar, tristeza.

Me pongo los audífonos, pero no he encontrado unos que neutralicen el silencio que cala hasta los huesos, el de las intenciones truncas, el que te paraliza por no poder anticipar ni siquiera la muerte...

Creo que le paro aquí, antes que también se me atoren las letras. Pero antes me gustaría agradecerte tu papel de intermediario en todo ésto y pedirte que -por favor- no lo tomes como otra de tus obligaciones para con los demás (es decir, no lo vuelvas a hacer). Somos amigos, y porque te quiero, te pido que no te conviertas en quien tú ya sabes: no ocupamos otro enterrador. Queremos -al menos yo- al mismo O. de sonrisa y energía imparable, al hermano favorito, a uno de los pocos optimistas a quienes respeto y que me preocupó cuando I. me contó de la vez que platicaron y tus historias se habían vuelto sombrías (ella no se dio cuenta en el momento del gusto que le dio verte). Coincidimos, medio en broma, que Tijuana se desmoronó ante mi abandono, pero no lo hagas tú sunshine, que nosotros los pesimistas, los descreídos, los cínicos, necesitamos tu sonrisa de contrapeso.

Te mando un abrazo.

M.

viernes, abril 18, 2008

Brecha

...con la edad el tiempo ayuda a percibir
si has nacido tarde, en tierra de nadie,

sin poder elegir.
(N. Canut/O. Gara)


Es curioso cómo el cinismo te paraliza.
Escucho las historias de mis roomates y me siento obligado a construirme una a la altura, pero mi absurdo compromiso con la realidad me lo impide y sólo sonrío. Me alegro por ellos sinceramente y aún así, no logro que la sonrisa me salga derecha. Algo me impide leer en voz alta un mensaje que mataría a un diabético pero que a I le ilumina el rostro y lo hace tirarse en el sillón convertido de pronto en Ally McBeal.

JL
regresa de un fin de semana de romance intenso y una ilusión de quinceañera, tan emocionado con su noviazgo como con la salida del último disco de Madonna (tiene tantas versiones de 4 minutes to save the world como marcas de chupetes en el cuello y el resto del cuerpo -que atestiguan el afortunado first flush por el que atraviesa).

Me queda más que claro que nos separa mucho más que una generación: somos como de diferente especie, porque yo no recuerdo haber sido tan naïf llegando a los treinta... tal vez nací sin ese chip, quizá lo mío sea una tara y sea incapaz de ilusionarme y eso explique que sea más proclive a las canciones de Fangoria que a cualquier baladita de moda.

¿Qué se puede esperar de alguien que se despidió de sus veintes dejando al novio dormido en el troley para irse a un sauna repleto de zombies desnudos habrientos de carne fresca?

miércoles, abril 16, 2008

Memoria de corto alcance

A cada roce con la ropa se reaviva el dolor. Un dolor entre agradable y molesto, una punzada latente que evidencía la punta enrojecida. Tocarlo es como oprimir un botón que te lleva al pasado reciente y lejano, de esos nombres propios que durmieron tocándolo, encima de él, aferrados como si se tratara de un madero en plano naufragio: temerosos de dejarlo ir... marcando con saliva un territorio que se sueña propio.

¿Será la cercanía de mi pezón izquierdo al corazón lo que lo convierte en un sitio tan visitado? De tener uno, se habría roto hace mucho tiempo y sus pedazos estarían aprisionando mis arterias y demás órganos vitales... El último que intentó encontrarlo dejó marcas que apenas empiezan a borrarse de mi piel, mucho más del tiempo que su rostro permaneció en mi memoria.

lunes, abril 14, 2008

Una porra pa'los esmáchin...

Time is never time at all
You can never ever leave
without leaving a piece of youth
And our lives are forever changed
We will never be the same
The more you change the less you feel
(Tonight, tonight /B. Corgan)
Y uno piensa que el clima es siempre el peor enemigo. NO. El peor enemigo siempre es el destino manifiesto, el mismo que apenas puso en mis manos el boleto para un festival de música que ejemplificaría a brochazos el panorama musical actual, me lo arrebata gachamente. El boleto de primeras no era para mi, pero luego me guiñó el ojo y se posó en mi nalga izquierda para luego desaparecer entre la lluvia (como personaje de Blade Runner), el viento (que hasta tiene miedo) y una coladera abierta que se le atravezó a una de las piernas que me sostiene. Yo, leyendo una historia insulsa sobre Diego Luna mientras camino hacia el recinto roquero y un momento antes de cruzar la avenida me regreso corriendo a buscar como Hansel las migajitas de pan...

Pero como el destino a mi me hace los mandados, ahí me tienen en taquilla comprando otro boleto (lo que empobreció mi cuenta bancaria pero mantuvo intacta mi dignidad) y entrando orondamente a nuestro mini-Coachella haciendo la primera parada reglamentaria en el expendio de cerveza.

Afortunadamente nos habíamos saltado la paja (sorry Mirandas, Elys, Chetes, Le Baron y demás) y llegamos al escenario rojo a descubrir con agrado que Bright Eyes tiene un espectáculo en vivo no sólo digno sino estimulante, alejado del somnífero material discográfico con que me he topado. Sólo identifiqué una que otra canción, pero los arreglos que presentó en el Zero Fest fueron tan buenos, incluso en los momentos en que recordaban a The Arcade Fire. La voz de Conor Oberst, si bien efectista y calculada de crooner contemporáneo desbordó intensidad y dejó huella como lo mejorcito de ese escenario.

Nos dimos una vueltecita por The Faint, pero ni la mala pasada que les estaba jugando el viento con el sonido, pudo ocultar lo genérico de su propuesta, por más que el mismo Oberts instara al público a que se fuera el escenario negro donde se presentaban sus amigos. Un vocalista émulo de Scott Weiland, un post punk de combo... en fin, tiempo para vaciar el riñón y rellenar el vaso.

De lejos se alcanzó a oir la voz irritante de la vocalista de Belanova escondida en su fleco y su pésimo gusto para vestir. Afortunadamente no tardaron mucho en ocupar el otro escenario los regiomontanos de Kinky que desatinaron en la primera parte del programa creyéndose roqueritos indies para luego recuperarse con lo clásico de su repertorio. Lástima que haya sido demasiado tarde, porque ya a esas alturas estabamos nosotros del lado de My Morning Jacket, que yo no conocía pero que resultaron tan estimulantes y divertidos como algo que conozco más que bien: la puñeta mañanera.

Lindos nosotros que queríamos un buen lugar para las puñetas musicales de los alucinantes (en mal pedo, muchas de las veces) The Mars Volta, pero por más que esperábamos y esperábamos debajo de la lluvia, sospechamos que los neo-progresivos chamanísticos no querían estropearse el afro y decidimos ir a ubicarnos para el concierto que todos estabamos esperando: Smashing Pumkins.

Llegando allá nos topamos con que no había manera de huírle a las canciones interminables de los iluminados Volta, que convirtieron nuestra espera por Billy Corgan un trámite cercano al purgatorio. Una promesa cumplida cuando aparecieron dos de los integrantes originales de los Smashing, cosa que a poca gente le importó porque sus expectativas tenían nombre propio, poco pelo y un dudoso gusto para vestir.

Corgan apareció y el piso donde estabamos plantados de pronto se convirtió en un sartén con aceite hirviendo listo para hacer una garnacha saltarina roquera. La energía, la euforía, la testosterona mezclada con la nostalgia y el culto al enorme ego de una personalidad puede resultar una combinación peligrosa. Disfrutable y efímera, pero -según- esto histórica.

Musicalmente intenso, virtuoso y complaciente -a saber si con el púlbico o con la puritita nostalgia- el repertorio fue bastante atinado, aunque uno que otro habrá dudado si esa era su canción favorita destrozada por su autor o un sueño distorsionado por la memoria.

Entre que si me acordaba de las letras o me dedicaba brincar, esquivar empujones o aflojar el cuerpo ante tanta adrenalina, hubo un momento para la ternura: un chaparrito de bíceps inchados me dice: ¿Le entras a una porra para los esmáchin?... de no haber estado poseído Billy por su estridente guitarra se habría alcanzado a escuchar el cantar de un grillo y habríamos podido ver pasar un chamizo llevándose entre sus ramas el goya, el chiquitibúm y los rarrarrás, junto con la vida del autor de semejante idea.

Yo empezaba a agradecer la falta de condescendencia del roquero ante su entregado público chilango cuando me di cuenta que cada género tiene a su Britney Spears:
-Do you want a piece of me?

Ni de tus faldas, bro'. Definitivamente, las estrellas (pregúntenle a él si no lo es), mientras más calladitas más bonitas.

PS: Para quienes todavía tenían energía estaba el entusiasmo de Timo Mass, que contradiciendo su primer nombre, era capaz de remover esa memoria reciente cuando aún no olía a viejo lo electrónico. Claro que después de los Smashing, cualquier culpa retrospectriva quedaba disculpada.

lunes, abril 07, 2008

Descorazonado

A mi no me interesaron tanto las enchiladas morelianas (que son las mismas que en todas partes, salvo que si las quieres con pollo no te lo ponen dentro -gulp- sino te lo sirven a un lado y cubren el platillo con una rica ensalada de papa) ni cómo se hace el ate (es tan fácil como hacer mayonesa) de la fruta que quieras, ni las diferencias en la decoración de las iglesias que te persiguen a lo largo y ancho de la ciudad (mi virgen favorita fue la de la soledad, go figure!), ni donde estudiaron Morelos, Hidalgo, Josefa, Iturbide o Melchor (con sus ideas, seguro ahorita mismo serían mal vistos en su estado de no haber pasado a la historia) o dónde vivió Tata Lázaro (a un lado de unas chichonas con tortícolis) o si la medida del acueducto era el sueño de cualquier size queen, o si con tanta azúcar que consumen Celia pudo vivir feliz ahí, despidiéndose una a una de sus extremidades gracias a la diabetes, o si su universidad es la única en el país que mantiene a los estudiantes (foráneos generalmente) sin importar sus niveles de aprovechamiento (ni que tengan hecho un muladar el hermoso edificio que les asignaron en pleno centro histórico) o si sus mujeres eran entrenadas para ser perfectas mientras los varones se entrenaban en la imperfección a sus anchas (y estrechas, que las hay).

Tampoco me maravillaba tanto el clima y que sus calles estén diseñadas para que un lado de la acera sea soleado y el otro dé sombra, o si la población iba (y evidentemente sigue yendo) a la Plaza Central a ligar, como en cualquier otra plaza pueblerina, o si la Catedral es la única en el mundo que está dedicada por entero a Jesucristo y sus vitrales fueron traídos desde Italia, o si los franciscanos o las enclaustradas o si el café y los churros ésto y lo otro, o que si más de la mitad de su población vive de las divisas que manda la otra mitad del estado que vive en Chicago, Boston o NY.

Incluso me puede pasar de largo que la ciudad sea una de las más limpias que he visto y que los devotos caminaran hasta el santuario Guadalupano por todo el andador de piedra con pencas de nopal atadas a las rodillas pa'más inri (prerrogativas de la fe y distorsiones estéticas del SM) y que sus actuales habitantes tengan una admirable dignidad que hasta los pocos preggers que vi parecían entonar con la arquitectura de la ciudad. No me importa nada (dijera la Cazals), lo único que quería era ver ese corazón guardado en formol, precursor del -ahora en boga- arte objeto. Un corazón no tendido al sol sino huyendo de él, encerrado en un recipiente, desprendido de su dueño y latiendo en retrospectiva.

jueves, abril 03, 2008

Open Windows

"Otros prefieren quedarse...
aunque no puedan vivir"
(Los Planetas)

Yo no sé lo que es quedarse. Para mi la vida siempre ha sido un salto y cada vez que me he encontrado una escalera ha sido para subir. Subir en los sentidos más dispares y contradictorios porque a veces escalar equivale a excabar y yo nunca he tenido miedo a rasgarme la piel si se trata de aliviar una comezón.

Para mi ése ha sido mi motor: la comezón. Aliviarla o incitarla, ignorarla hasta que se vuelve insoportable la piel que te sostiene y sientes la urgencia de una nueva. Como una serpiente con un poco más de temperamento pero con la sangre igual de fría.

Hay gente que piensa que huyo, pero ¿huirle a qué? Si algo he entendido durante todo este tiempo -que me he convertido en la policía de mis actos, alcahuete como el que más -es que por más peelings emocionales y mudanzas imaginarias o reales uno siempre termina en el mismo lugar, desafiando a nuestro eje mientras éste se ríe a carcajadas y lo único que queda es una tortícolis.

El paisaje es el mismo, lo que lo hace diferente es la ventana. Y yo hago a la inversa de John Irving. Me asomo a cada ventana abierta.

So we dream on, inventing our lives; a little lost sister, a saintly mother, a hero father. But our dreams escape us however vividly we imagine them. There's only one thing you can do, keep passing the open windows. (John Irving, The Hotel New Hampshire)