La belleza ha sido desde siempre tema de debate y su apreciación varía de cultura a cultura y de época a época. En tiempos de globalización, los estándares de belleza han ido amoldándose a un criterio occidentalizado y les excepciones étnicas han servido generalmente para reforzar las tendencias dominantes: por cada modelo de origen africano, oriental o hispano hay decenas de rubias perpetrando la fantasía Barbie.
Mi vida no vale nada, sin la Barbie-Secretaria, canta María Daniela y su Sonido Láser al recordar un cumpleaños infantil donde su mayor anhelo era esa encarnación plástica de un ideal físico imposible adaptado a todas esas áreas de trabajo donde la mujer está llamada a figurar (para no pecar de injustos, también hay versiones profesionistas de estas muñecas, pero juraría que son las de menor demanda).
Los concursos de belleza -dinosaurios que a partir de su propia crisis se definen a sí mismos como reclutadores de talento- han ayudado a preservar esa imagen de la belleza inofensiva y doméstica que, paradójicamente, la industria de la moda intenta eludir, apostando cínicamente por físicos que se acercan más a la fantasía delirante de un ilustrador que a la de un hombre o una mujer común.
E! Enterteinmet Television y la revista People se encargan de llevar agua a su molino con esta tendencia a demarcar los diferentes tipos de belleza y explotar la ansiedad compulsiva de un público con ganas de verse representado. Las listas, en su arbitrariedad, abarrotan los encabezados y los anuncios televisivos: los cuerpos más bellos, las cabelleras más brillantes, los labios más sexys y el rompecabezas continua, alimentado la industria cosmética y hasta la quirúrgica, cuyas bizarras historias tipo Quiero una cara famosa o Extreme Makeover a veces rebasan la retorcida ficción de la serie Nip-Tuck.
No falta, por supuesto, la candidez de las celebridades al asegurar la importancia de la belleza interior (cuando es más que evidente la pequeña fortuna invertida en su aspecto), pero eso no es suficiente para que cualquier vecina se sienta completa con sus buenos sentimientos y sus visitas regulares al templo cuando esa disciplina no se refleja en el espejo, en algún silbido en la calle o en una invitación a salir.
Incluso la belleza por sí sola no es suficiente: el éxito es el mejor de los accesorios y el tiempo en pantalla el mejor mantenimiento que un rostro famoso pudiera desear. Nada es tan importante como la imagen, ni siquiera tiene la belleza que ser acompañada de talento, ese accesorio tan poco recurrente en nuestra autocomplaciente cultura. El amasiato entre la industria del entretenimiento, la moda y los cosméticos ha hecho posible el sueño del Dr. Frankestein, al punto de convertirse en una verdadera pesadilla en la que no ser bello es igual a ser invisible.
2 comentarios:
Este tema de la comercialización de tipos especiales de belleza adquiere una relevancia muy especial en nuestro país. Las empresas encargadas de decirnos qué es ser bonita(o) suelen ser europeas o estadounidenses y utilizan además tipos raciales que son comunes en sus países pero que son una minoría en México, particularmente en el centro y sur del país. A eso se agregan Televisa y TvAzteca que insultan con sus artificiales y no representativos modelos de belleza a esta nación, alimentando el complejo de inferioridad que decía Octavio Paz en el Laberinto de la Soledad era la causa de muchos problemas de los mexicanos. Vender un tipo de belleza en particular que nunca podría ser alcanzado por la mayoría de l@s mexican@os puede ser considerado de criminal, si fuera un delito causar infelicidad y frustraciones sobre todo a la población adolescente. Para mí lo es. Y ya ha llegado a ser un problema de salud pública más que sólo una diferencia de opiniones sobre la relatividad de la belleza.
Saludos,
RBD (son mis iniciales, eh??? nada tiene qué ver con el grupo que materializa últimamente la estupidez y lo patético como modelo de vida juvenil, jeje)
Estoy de acuerdo con el tal RBD, pero como se llama?....
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