La novedad. Me gusta Kanye West... bueno no hay que ir tan lejos, digamos que fue lo único que me gustó de la pasada entrega de premios MTv, así que casi me gusta por eliminación.Ni siquiera voy a justificar haberlos visto casi obligado por la fiebre y mi garganta que se empeñó en arruinarme mi fin de semana pasado, pero entre dormmitada y levantada al baño vi a un presentador injerto entre la Manson y la Mercury, sin la gracia de ninguno de ellos, flemático hasta decir basta y con serios problemas de dicción.
West, que es un egomaniaco y tiene una ligera tendencia a irse de lengua, me demostró esta vez que no es competencia del six pack de 50 Cents ni de tanto afronegro saltando en los escenarios con los pantalones sostenidos en la pelvis, presumiendo lo bien que los ha tratado la naturaleza por delante y por detrás, sino que sigue la ruta de artistas de mayor rango musical y lírico, como Beck. Casi estoy seguro que con eso que dije, Mr. West habrá pedido su baja de mi club de fans, pero -para mi- Beck representa lo que Bowie para la generación de las flores, la mota, los movimentos estudiantiles y la trasnochez que se creyó trascendente.
Nosotros, renegados de la trascendencia, frívolos y pretenciosos al autonombrarnos nihilistas, seguimos reaccionando a lo que nos sucede pero de una manera mucho más mediatizada, menos melodramática pero profundamente desolada sin reconocerlo. Nadar de muertito próximamente será deporte olímpico y ahí es donde los mexicanos tendremos oportunidad de medallas, seguidos por los gringos que llevan dos períodos presidenciales ajustándose los dedos que no les ajustan para seguir negando la realidad y lo que las decisiones globales han hecho de ella, tan puta ella.
Volvamos a Beck, que según me enteré es fiel seguidor del culto que tan mala imagen ha tenido gracias al ex-carilindo Tom Cruise. Yo me haré de la vista gorda hasta que no lo escuche decir sandeces salidas de The X Files y se dedique a hacer lo que mejor le sale, que es la música.
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