Después de casi un mes de abstinencia sexual y etílica, el fin de semana pasado al fin pude reivindicarme, por lo menos en el terreno del alcoholismo. El asunto es que cuando uno se aprieta el cinturón para aparentar la cintura que no tiene a la hora de soltarlo se viene con todo lo antes contenido. Y no me refiero a desfiguros ni nada de eso sino a la simple y sencilla despreocupación que luego te hace preocuparte por lo que deja en el camino. Casualties of this weekend? -Cartera nueva, Zippo camino a Cartier, con mi identificación oficial y tarjetas varias adentro (casi todas sobregiradas para más inri), incluso una estampita del Santo Niño de Atocha, que para qué la he de traer no tengo la menor idea, yo que no creo ni en Wall Street.
Este domingo sentí lo que es estar a punto de ser devorado por el pavimento: sin cartera, sin dinero, lejos de mi casa y con el teléfono celular amenazando con descargarse. Afortunadamente la comida fue cortesía de un simpático personaje que se ofreció a alimentar mi desventura con la dudosa intención de convertirme en la versión Centro Histórico de una Blanche Dubois menos patética pero mucho más cínica, que es capaz de depender de la bondad de los desconocidos con plena conciencia de que There’s No Such Thing as a Free Meal. Lo más sorprendente es que de todos los amigos a los que llamé para pedir asistencia social ni siquiera la Jolie hizo acto de presencia. Mutis fue la respuesta unánime y tuve que rascarme con mis propias uñas recién cortadas. Ni modo, así es esto de la ciudá. Y uno que se la da de cosmopolita nomás de puro buen comparsa que es en lo abstracto.
miércoles, noviembre 26, 2008
viernes, noviembre 21, 2008
Sucedáneos
Tiene el rostro de un niño o el de un ángel
y el cuerpo de un balón de futbol...
(Mahmud Darwish sobre Maradona)
y el cuerpo de un balón de futbol...
(Mahmud Darwish sobre Maradona)
Me conmueve la candidez con que se expresa la pasión futbolera. Viviendo una ciudad que suda y se alimenta y llora y se contenta con el futbol, trabajando en un lugar donde es algo casi tan sagrado como la mismísima Vírgen de Guadalupe (con la diferencia que al menos el futbol se mueve), mantenerse a raya del fenómeno futbolero no es opción. Alejarse implicaría derrochar más energia de la que estoy dispuesto en descalificar algo que me da más bien lo mismo como actividad, pero que no deja de seducirme como suceso.
Lo de menos son los desfiles monocromáticos en el transporte público de los domingos, familias enteras con camiseta azul o amarilla, o verde si está en escena algún desfiguro de la selección mexicana; las aglomeraciones de tráfico por los festejos ante un inusitado triunfo, las banderas ondeantes, los gritos que cimbran media ciudad como sismos provocados; el lenguaje creado a partir de una realidad donde la dignidad de un pueblo pasa del pié de un jugador al de otro, hasta terminar escupida en una red ocasionado vítores y desalientos a cantidades iguales.
Da lo mismo la industria que está detrás de ese terreno de 80 x 120 mts. y que contiene a 22 hombres en pantalón corto y peinados marcando tendencia, que genera millones de dólares y alimenta las prensas de todos los periódicos y varios especializados en el tema; inlcuso importa poco si los grandes capitales mexicanos y algunos extranjeros tengan entre sus inversiones algún equipo de 1ra o 2da división.
Podría dar igual si la industria del futbol fuera uno de los pocos medios de movilidad social que aún existen en nuestro país sin necesidad de quemarse las pestañas o mancharse las manos con dinero del narco o sucedáneos; que el pasaporte para salir de la pobreza sea sellado por una pirueta hecha con las piernas alrededor de un balón de cuero no es más que otra de las pintorescas paradojas que colorean a México y el resto de Latinoamérica (Brasil y Argentina a la cabeza en la producción de superfutbolistas).
Lo que no deja de seducirme de toda esta ecuación (de la que seguro omito elementos) es justo lo que no está dicho y que está vetado siquiera insinuar: el profundo componente homoerótico que existe mucho antes que la industria llegara a catapultar celebridades y hasta deidades (hola, Maradona!). Cuando una actividad deportiva genera tal cantidad de sentimientos, unos -con suerte- encontrados, pasiones y hasta poesía (mala poesía, generalmente) no puede de ninguna manera extirpársele el componoente erótico.
Y la única manera de preservarlo es negándolo sistemáticamente, omitiéndolo con más pericia mientras más cerca esté de la superficie, disfrazarlo con todos los nombres posibles y golpearle fuertemente la espalda hasta cimbrarlo sin dejarle nunca caer y si lo hace, darle una nalgadita mientras se le ayuda a levantarse.
jueves, noviembre 13, 2008
Próxima estación...
He vuelto a las jornadas maratónicas, recorriendo grandes distancias y viendo cómo a cada milla la galería de personajes se diversifica como en carpa de circo en época de la depresión gringa (estoy viendo Carnivale así, que perdonen la referencia). Con un soundtrack diferente, mi peregrinar por esta ciudad parece igual de tan diferente cada día. No importa que elija variar mi ruta, la mascarada me persigue y me preguntaría si no se trata del cristal empañado de mi apreciación si no fuera obvio. Combino la observación con la lectura, esa burbuja que complemento con mi iPod y que a veces me ponen al borde la locura, pero cuando intento desprenderme de ellos me entero que al menos esa es mi locura y no la de los demás, tan falta de estética.
Me gusta lo invisible que puedes ser en esta ciudad, lo fantasmal que cubre a la muchedumbre. La risa tatuada en la cara de un cuarentón cara de libidinoso, la cara de mujeres con mucho que callar y chamacos que cargar como tiburoncitos bebés, el que nunca desaprovecha la oportunidad para apostarle al ligue callejero por más que uno finja indiferencia, la muchacha que se siente acosada aunque es sólo perseguida por su mal gusto y su perfume corriente, las cabecitas cubiertas de gel que veo bajando la escalera, los vendedores saltando de vagón en vagón diseminando su música como si fuera el virus del papiloma, las parejitas de todas las combinaciones para quienes el metro es un hotel de paso veloz, las eternas escaleras y el alivio indescriptible cuando sales a respirar el aire contaminado y el sol te golpea la cara como recordándote que sigues en este planeta.
Tomo café mientras veo todo este espectáculo diseñado sólo para mis ojos, para encontrarle siempre un hilo suelto a la trama y tomar distancia de lo que llamo en silencio gentuza, muñecos de hilos transparentes esperando complacerme con un twist improvisado, coludidos para que no me aburra, pues siempre será mejor el hartazgo que el aburrimiento.
Me gusta lo invisible que puedes ser en esta ciudad, lo fantasmal que cubre a la muchedumbre. La risa tatuada en la cara de un cuarentón cara de libidinoso, la cara de mujeres con mucho que callar y chamacos que cargar como tiburoncitos bebés, el que nunca desaprovecha la oportunidad para apostarle al ligue callejero por más que uno finja indiferencia, la muchacha que se siente acosada aunque es sólo perseguida por su mal gusto y su perfume corriente, las cabecitas cubiertas de gel que veo bajando la escalera, los vendedores saltando de vagón en vagón diseminando su música como si fuera el virus del papiloma, las parejitas de todas las combinaciones para quienes el metro es un hotel de paso veloz, las eternas escaleras y el alivio indescriptible cuando sales a respirar el aire contaminado y el sol te golpea la cara como recordándote que sigues en este planeta.
Tomo café mientras veo todo este espectáculo diseñado sólo para mis ojos, para encontrarle siempre un hilo suelto a la trama y tomar distancia de lo que llamo en silencio gentuza, muñecos de hilos transparentes esperando complacerme con un twist improvisado, coludidos para que no me aburra, pues siempre será mejor el hartazgo que el aburrimiento.
miércoles, noviembre 12, 2008
Farmacia
-Quiero algo para el dolor.
No sé, lo que sea, lo más fuerte que tenga que no requiera receta médica... No le podría especificar. Me duele por ejemplo que me cuestione mi dolor, me duele el pájaro haciendo equilibrios en el alambrado, el viento golpeando mi cara agrietada de por sí. Las miradas posadas en mi duelen más que un golpe, me duele la indolencia generalizada, la sensación de andar entre zombies y que mi dolor sea como la sangre para los tiburones. Me duele también no tenerle miedo al daño que me puedan causar, la certeza de poder inglingir más daño en los demás que el que ellos puedan siquiera desearme. Debería de dolerme el utilizar la palabra deseo entre un mar de dolencias, pero la posibilidad de placer es lo único que no me duele.
-¿Sabe qué? Déme unas aspirinas... Sí, con cafeína o lo que sea pero apúrese y deje de llorar.
No sé, lo que sea, lo más fuerte que tenga que no requiera receta médica... No le podría especificar. Me duele por ejemplo que me cuestione mi dolor, me duele el pájaro haciendo equilibrios en el alambrado, el viento golpeando mi cara agrietada de por sí. Las miradas posadas en mi duelen más que un golpe, me duele la indolencia generalizada, la sensación de andar entre zombies y que mi dolor sea como la sangre para los tiburones. Me duele también no tenerle miedo al daño que me puedan causar, la certeza de poder inglingir más daño en los demás que el que ellos puedan siquiera desearme. Debería de dolerme el utilizar la palabra deseo entre un mar de dolencias, pero la posibilidad de placer es lo único que no me duele.
-¿Sabe qué? Déme unas aspirinas... Sí, con cafeína o lo que sea pero apúrese y deje de llorar.
sábado, noviembre 08, 2008
Olores
En estos días que la misantropía se apodera de mi como hacía tiempo no, me doy cuenta que lo mío son los libros opuestos a la autoayuda. Terminando de leer a Patricia Highsmith sigo con Clarice Lispector. Sólo me falta la Duras para completar el cuadro, y ¿un poquito de Woolf? No sé. Creo que quien le teme a la Woolf no ha leído a la Lispector. Su indagación hacia el interior humano es iluminadora in a freaky way, pero creo que la única manera de descubrir verdad en el fondo de uno mismo es ser implacable y cero autocomplaciente. Para ella, que sólo puede amar a través de la piedad, el ser se construye y se mantiene en la más completa soledad y la interacción humana y los sentimientos son elementos necesarios pero desgastantes del Yo, sirviendo para tomar distancia y no perdernos en el laberinto que somos hasta estar listos realmente para hacerlo.
A Clarice -y en eso coincido- la bondad le da ganas de vomitar. Para ella huele a carne cruda guardada por mucho tiempo. Para mi, simplemente apesta.
A Clarice -y en eso coincido- la bondad le da ganas de vomitar. Para ella huele a carne cruda guardada por mucho tiempo. Para mi, simplemente apesta.
miércoles, noviembre 05, 2008
Píntame presidentes negros: Nostradamus
Sólo puedo decir que espero que un día en México tengamos unas elecciones tan entretenidas e impredecibles como las que sucedieron ayer en Estados Unidos. No veo el día en que nos gobierne un negro, pero mucho menos veo el día en que un perdedor mexicano dé un mucho mejor discurso que el del ganador. John McCain (¿o debo decir sus redactores?) asumió su inevitable derrota con un discurso no sólo conciliador sino atribuyéndose él mismo toda la culpa y exonerando a sus votantes, que dudo dejen de ser bajo su influencia unos racistas recalcintrantes y obsesos con los no-natos, defendiendo la vida así se encuentre debajo de una piedra, pero al menos deberían llevarse consigo el momento digno y la humildad para dirigirse a su antes rival como su presidente.
Hace unos meses, cuando comenzó todo este barullo entre si el candidato demócrata iba a ser este desconocido afroamericano (como se le dice hoy a los negros que van a la escuela) o la archi-odiada-endiosada Hillary me hice la pregunta de si la sociedad estadounidense sería más racista que sexista. No estoy seguro que este resultado me la responda, pero no se puede esperar una respuesta precisa a una pregunta retórica.
Me gustaría que tuvieramos unas elecciones así de emocionantes y estar de acuerdo con la mayoría de los mexicanos como lo estoy ahora con los gringos que votaron por Obama, aunque yo hubiera preferido a Hillary por puras ganas de espectáculo (y de que haya en la telenovelera política internacional una nueva Catalina Creel), porque cuando los mexicanos tenemos la oportunidad de generar un buen personaje, éste se convierte por default en un patán que parece imaginado por Héctor Suárez, en el mejor de los casos (por "El Güero" Castro en el peor).
Otra cosa: Obama aprendió de Hillary algo muy importante. Las lágrimas también generan votos (que no es lo mismo a los políticos también lloran).
Hace unos meses, cuando comenzó todo este barullo entre si el candidato demócrata iba a ser este desconocido afroamericano (como se le dice hoy a los negros que van a la escuela) o la archi-odiada-endiosada Hillary me hice la pregunta de si la sociedad estadounidense sería más racista que sexista. No estoy seguro que este resultado me la responda, pero no se puede esperar una respuesta precisa a una pregunta retórica.
Me gustaría que tuvieramos unas elecciones así de emocionantes y estar de acuerdo con la mayoría de los mexicanos como lo estoy ahora con los gringos que votaron por Obama, aunque yo hubiera preferido a Hillary por puras ganas de espectáculo (y de que haya en la telenovelera política internacional una nueva Catalina Creel), porque cuando los mexicanos tenemos la oportunidad de generar un buen personaje, éste se convierte por default en un patán que parece imaginado por Héctor Suárez, en el mejor de los casos (por "El Güero" Castro en el peor).
Otra cosa: Obama aprendió de Hillary algo muy importante. Las lágrimas también generan votos (que no es lo mismo a los políticos también lloran).
martes, noviembre 04, 2008
Bolsas de plástico y buenas intenciones
¿Qué será más útil, una bolsa de plástico o una buena intención?
En teoría deberían ser igual de útiles, pero nunca ninguna sirve a largo plazo. Nada se mantiene seguro mucho tiempo en una bolsa de plástico y el bueno que abre la segunda frase con el tiempo -muchas veces breve- sólo desaparece para dejar sola y desamparada a esa palabra hija no nacida de la acción: intención.
Aplicado a las relaciones interpersonales las buenas intenciones son menos útiles que las bolsas de plástico. Incluso me atrevería a decir que muchísimo menos.
En teoría deberían ser igual de útiles, pero nunca ninguna sirve a largo plazo. Nada se mantiene seguro mucho tiempo en una bolsa de plástico y el bueno que abre la segunda frase con el tiempo -muchas veces breve- sólo desaparece para dejar sola y desamparada a esa palabra hija no nacida de la acción: intención.
Aplicado a las relaciones interpersonales las buenas intenciones son menos útiles que las bolsas de plástico. Incluso me atrevería a decir que muchísimo menos.
domingo, noviembre 02, 2008
Mudanza y bolsas de plástico
Hoy el departamento prácticamente se vació de colillas de cigarro y vasos desechables de café a medio ingerir distribuídos arbitratiamente a lo largo y ancho de la sala y el baño. Tampoco hay más ropa regada ni ceniceros rebosantes ni sonrisas adormiladas a mediodía ni música ochentera y carcajadas a cada ocasión que sonaba un celular, porque no dejaba de sonar su celular nunca. Llamadas a bocajarro de amigos, amantes, amigas y fans, familiares o acreedores múltiples que encuentran irresistible su optimismo genuinamente almodovariano. No sé que voy a extrañar más de este roomate, si todas esas cosas ya descritas o su televisor de pantalla gigante, su iMac G5, su futón azul, su lavadora y secadora o las veces en que no pude dormirme temprano por socializar con él y sus constantes visitantes, viendo películas hasta las 4 de la mañana o jugando Wii (bueno, al menos sé que no voy a extrañar ese oxímoron del autoengaño sitematizado).
Tienen algo de fascinante los departamentos vacíos. Me encanta abrir sus ventanas y dejar entrar todo el ruido al que diariamente procuro sacarle la vuelta. Me entretengo viendo como el viento helado de la mañana juega con un pedazo de papel y recuerdo el video que el protagonista de American Beauty (tan parecido a mi ex) le muestra a Thora Birch donde ejemplifica los vaivenes de la vida en la aventura de una bolsa de plástico contra el viento de otoño. Mejor me detengo aquí, antes que reconozca lo mucho que me identifico con ese personaje cuando se queda embelesado con la belleza inherente de la muerte del protagonista.
Tienen algo de fascinante los departamentos vacíos. Me encanta abrir sus ventanas y dejar entrar todo el ruido al que diariamente procuro sacarle la vuelta. Me entretengo viendo como el viento helado de la mañana juega con un pedazo de papel y recuerdo el video que el protagonista de American Beauty (tan parecido a mi ex) le muestra a Thora Birch donde ejemplifica los vaivenes de la vida en la aventura de una bolsa de plástico contra el viento de otoño. Mejor me detengo aquí, antes que reconozca lo mucho que me identifico con ese personaje cuando se queda embelesado con la belleza inherente de la muerte del protagonista.
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