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Hace unos meses, cuando comenzó todo este barullo entre si el candidato demócrata iba a ser este desconocido afroamericano (como se le dice hoy a los negros que van a la escuela) o la archi-odiada-endiosada Hillary me hice la pregunta de si la sociedad estadounidense sería más racista que sexista. No estoy seguro que este resultado me la responda, pero no se puede esperar una respuesta precisa a una pregunta retórica.
Me gustaría que tuvieramos unas elecciones así de emocionantes y estar de acuerdo con la mayoría de los mexicanos como lo estoy ahora con los gringos que votaron por Obama, aunque yo hubiera preferido a Hillary por puras ganas de espectáculo (y de que haya en la telenovelera política internacional una nueva Catalina Creel), porque cuando los mexicanos tenemos la oportunidad de generar un buen personaje, éste se convierte por default en un patán que parece imaginado por Héctor Suárez, en el mejor de los casos (por "El Güero" Castro en el peor).
Otra cosa: Obama aprendió de Hillary algo muy importante. Las lágrimas también generan votos (que no es lo mismo a los políticos también lloran).
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