En estos días que la misantropía se apodera de mi como hacía tiempo no, me doy cuenta que lo mío son los libros opuestos a la autoayuda. Terminando de leer a Patricia Highsmith sigo con Clarice Lispector. Sólo me falta la Duras para completar el cuadro, y ¿un poquito de Woolf? No sé. Creo que quien le teme a la Woolf no ha leído a la Lispector. Su indagación hacia el interior humano es iluminadora in a freaky way, pero creo que la única manera de descubrir verdad en el fondo de uno mismo es ser implacable y cero autocomplaciente. Para ella, que sólo puede amar a través de la piedad, el ser se construye y se mantiene en la más completa soledad y la interacción humana y los sentimientos son elementos necesarios pero desgastantes del Yo, sirviendo para tomar distancia y no perdernos en el laberinto que somos hasta estar listos realmente para hacerlo.
A Clarice -y en eso coincido- la bondad le da ganas de vomitar. Para ella huele a carne cruda guardada por mucho tiempo. Para mi, simplemente apesta.
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