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En teoría deberían ser igual de útiles, pero nunca ninguna sirve a largo plazo. Nada se mantiene seguro mucho tiempo en una bolsa de plástico y el bueno que abre la segunda frase con el tiempo -muchas veces breve- sólo desaparece para dejar sola y desamparada a esa palabra hija no nacida de la acción: intención.
Aplicado a las relaciones interpersonales las buenas intenciones son menos útiles que las bolsas de plástico. Incluso me atrevería a decir que muchísimo menos.
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