Un micrófono que ocupaba Viagra, un presentador con diadema pasando la estafeta a una escritora con conciencita social y un apego entrañable por el lugar común. Luego escucho mi nombre e improviso una lectura atropellada sobre un personaje efímero pero memorable de la ciudad para después intentar darle voz a aquella Arpía que se me atravesó en el teclado y ahora en la garganta, seguro por el torzón de no sentirse bien representada. Acto seguido, el monólogo-happening del fantasma de un escritor francés en delirio autopromotor da paso a la revelación de la tarde: una mujer de cabellos largos y voz aterciopelada que, sin fijarse mucho en el contenido de nubes y encajes calenturientos apenas, bien podría resultar agradable... tanto como la música de fondo de los supermercados.
Así fue mi primera lectura pública, con la audiencia necesaria y el atrezzo más discorde. Me di cuenta que el pánico escénico debe guardar las proporciones y que la modestia y la humildad están tan sobrevaloradas como en desuso.
4 comentarios:
Hubiera sido divertido verte en una postura solemne...por qué fuiste solemne verdad?
Tan solemne como Benedicto, pero sin zapatitos de metedera marca Prada.
te noté algo nerviosillo manuel, dónde quedaron esos nervios -tan varoniles, por cierto- de acero?
atte: tu fan number one!
Fue el sínfrome de abstinencia(te puede jugar malas pasadas):P
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