martes, julio 26, 2005

Más torcidos que un Pretzel

Hay un capítulo de mi vida -entre muchos- del que no me siento particularmente orgulloso. O tal vez sí, pero es demasiado -hasta para mi- admitirlo.
Ayer me refrescaron la memoria comentándome que alguien preguntó por mi. Ese alguien es actor de reparto en ese capítulo al que voy a referirme y que no hace sino reafirmar la tendencia que tenemos a imitar a Melrose Place.
Resulta que en uno de esos breaks que se da uno con la pareja (porque uno tarda más tiempo en cerrar los capítulos amorosos que en iniciarlos), me enteré que andaba saliendo con alguien a quien yo conocía desde hace tiempo y me pudrí.
Hasta ahora no me queda tan claro si mi molestia era porque mi ex andaba cogiendo con alguien más o si porque a quien se estaba cogiendo era alguien a quien siempre le había yo tenido ganas.
El asunto es que un día coincido con X (en realidad se llama Luis, pero eso no tienen porqué saberlo ustedes) y empezamos a platicar sin mencionar nunca el asunto por el que -según me enteré por mi informante - se sentía él tan, tan pero tan culpable que terminó disculpándose conmigo y mi cama al mismo tiempo, con un torpe desempeño pero con información altamente valiosa para alguien que sabe cómo utilizarla.
Días después llega -sospechosamente- a visitarme mi ex y nos ponemos una de esas que sólo después de meses sin vernos y secretos sin contarnos. Miel sobre hojuelas, plática post-sexo, etc. Incluso estuve a punto de fumarme un cigarro, pero recordé que no fumo.
-Oye -le dije- tengo que decirte algo para que no haya luego malos entendidos... Resulta que cogí con el X, y luego me enteré que estabas saliendo con él. Nomás te lo digo para que no te caiga de sorpresa y que quede claro que fue un rollo sin trascendencia, una noche de peda, que de haber sabido completa la historia no dejo que suceda.
Hubo un mutis de unos segundos que parecieron horas y luego una sonrisa fingida de no hay pedo y un intento fallido de mi parte de convencer al ex de que si estaba en esa relación que le pusiera ganas y que nosotros tan camaradas como siempre, que yo no tengo pedos, que no hay porqué sentir culpas, que así es este rollo, que...

No pude evitar sentir pena al verle partir con su sonrisa congelada. Sólo que no tuve claro -como nunca tengo claros esos asuntos- si la pena era por hacer añicos una ilusión ajena y que no me incluía o por haber dejado salir ese mezquino ser que llevamos todos dentro y que me saliera tan bien el numerito.

Cómo has hecho daño, Aaron Spelling.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Indudablemente, eres sobrino de la "Arpia".

La Fran.

sylvíssima dijo...

No cabe duda, eres la más amanda melrose place de todas... claro, pero más bello que la misma heather locklear (no que lo hayas dudado alguna vez).

Dime que por lo menos le ayudas a pagar la terapia a mister X y al eX

Anónimo dijo...

La elegancia tiene su cúspide en esto: comer un pretzel sin agua y sin toser.
¡Admirable!

Manuel dijo...

Lo bueno es que el amor lo redime a uno de todo. Tan útiles que pueden ser los lugares comunes...

Anónimo dijo...

Una acción definitivamente bitchie, que no debería ser motivo de orgullo pero que, comprensiblemente, seguro que te dió gustito... normal, es entendible y congratulations, bien bajado el balón, que hasta para perrear hay que tener arte... el que sí parece que nomás le andaba buscando chichis a las hormigas es el anónimo X (aka Luis).

Manuel dijo...

Qué bueno que ESO (lo de las chichis) te quedó a ti tan claro como a mi, Iván.

El diablo probablemente dijo...

¡Còmo te hicieron daño las telenovelas mexicanas. Hervidero de villanas sì los hay!!