...el calor seguía ahí. Y ya quisiera yo que el cuento fuera tan corto como el de Monterroso, pero el calor ha venido para quedarse y convertirse en la excusa perfecta, el comodín mágico, la panacea de la autocomplacencia y el obtuso comportamiento humano.
Que si el de la gotera (sí, ya se que aquí se le dice gasolinera) te miró bien feo y no le puso los cien de gasolina, que si no puso con cuidado el aceite o te miró libidinosamente, lo que sea es buen pretexto para poner jeta y tratar a la gente como si fueran negros del Siglo XVIII.
Que si tu agenda telefónica tiene puros números de larga distancia y el único local es el de fulanita, pues le hablamos y le contamos y le jodemos el momento no matter what: que la casera esto, que el dinero lo otro, que si México es imposible, que si la perra tiene depresión post parto y dice Tom Cruise que no puede tomar antidepresivos, porque -según la Scientology- la psiquiatría es una ¡pseudociencia¡, bla bla bla
¿Y porqué hace uno todo eso, sin ningún pretexto e impunemente?
Respuesta: el calooooooor... el calor es la respuesta a todo.
Péguele a su mujer, abuse de su hija, mate a su marido, apúntele al inmigrante, cometa infracciones, atropelle al peatón, escúpale al jefe, nalguee a su madre, desgreñe a la cajera, patee al mesero y si alguien le reclama usted diga: ¡es que tengo muuuuucho calor!
2 comentarios:
Después de días con sólo ventiladores en casa esparciendo el aliento de un dragón, estaba a punto de matar a mi proveedor de la refri. Pero hoy, querido manuel, mi casa es el aliento de un dragón converso que ahora se alimenta de raspados (no, no chamoyadas).
Es casi un delito este calor, pero más delito es padecerlo sin aire acondicionado, pero de eso a que sea la excusa para todo, me niego rotundamente.
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