miércoles, julio 13, 2005

Queremos tanto a Martha

Ok, pueden invitarme a donde quieran, a una fiesta SM (no todos los días se tiene -después de los 30, aclaro- la oportunidad de ser el “morrito” de la fiesta), a un rave fresa (¿hay de otros?), a una tocada punqueta (¿todavía existen?, si sólo queda un Ramone y Sid, ni quién se acuerde, Iggy es ahora una gran dama de la canción, igual que Lou) o a lo que se les ocurra, sólo si lo que se les ocurre no es una dinner party con violín (y no el albur), caviar y champagne, dejemos ese snobismo para los burócratas de lujo.
Lo que sí me parece una dura prueba son los velorios, y acabo de ir a uno. La logística mortuaria es tiesa por naturaleza y no hay manual de estilo que te de la clave para portarte a la altura de semejante acontecimiento. Y luego, uno alérgico a las flores y a las lágrimas, ahí anda lidiando con cada numerito que pone a prueba la poca prudencia que nos queda.
Afortunadamente todo salió bien y me di cuenta que, si le pongo ganitas, me puedo alquilar de plañidera o mínimo pa’dirigir el rosario, que no de a gratis tengo una madre devota, que no de-botas. Lo que sí no me atreví a hacer fue ir al panteón, porque serán muy fotogénicos y tal, pero a más de 45 grados centígrados no hay estilo que se sostenga.
Así que me perdí el entierro y la oportunidad de hacer una escenita digna de un Ariel, porque eso de ser estoico como en película de Tarkovsky ya como que me está aburriendo.
De hoy en adelante seré como “Martha”, la librera treintona de la película de Fassbinder que, caminando del brazo de su padre por un edificio romano, éste tiene un ataque cardiaco y muere en las escaleras. Martita (precursora de la Sahagún), ante el suceso, deja su bolso para tratar de levantar a su padre, pero el señor está más muerto que una uña de gel y cuando voltea para recoger su bolso se da cuenta que se lo han robado y hace el drama de su vida, olvidándose por completo de la inoportuna muerte de su progenitor. No todos los días se pierde un Chanel. Supongo.

6 comentarios:

No one dijo...

too divine to comment

Anónimo dijo...

asi es, uno piensa que debe de hacer algo extraordinario... o pensar palabras nuevas de consuelo para el afectado, no pasa de ahi, de acompañar. que bueno que justificaste te sentimiento hacia los funerales y no la estupida respuesta: "es que no me gustan esos lugares we"
... no se si lo hayan oido pero para mi es de lo mas comùn escucharlo.

Manuel dijo...

Las excusas ya de por sí son estúpidas. Son mejores las razones, pero cuando necesitas justificar este tipo de cosas, como que no tiene sentido. Hay cosas que simplemente hay que hacer.

Mercedes dijo...

Yo no plancho.

Anónimo dijo...

Cuando se trata de un verdadero ser querido sí tiene su función el ritual. Yo me negué ir al cementerio cuando sepultaron a mi hermano, y dos años más atarde apenas estaba tratando de manejar el duelo. Y me costó un... porque nunca vi su ataud. (Hoy tampoco lo haría).

Anónimo dijo...

A estas cosas... aikir, ni modo, hay que aguantarse las reticencias normales y arrimar el hombro... el ritual tiene su razón de ser y hay que hacerlo si no para la propia asimilación, para ayudar a la del otro.