sábado, agosto 06, 2005

Guiños

Hay cierto encanto en la decadencia…cuando la noche se acaba es la mejor y más luminosa de las decadencias y estar presente cuando esto pasa es un espectáculo que no siempre tenemos oportunidad de presenciar.
Cuando la luz se hace en el horizonte por obra y gracia de un acomodo astral es el momento en que en nuestra mirada nace una luz, un chispazo que apaga lo sombrío y que dura lo que la somnolencia.
Me sirvo un frapuccino y un burrito del bol corona y el de enfrente se come lo que parece una hamburguesa con un jugo de naranja.
Es de esas personas que comen sonriendo, que se embarran las manos de mayonesa y se chupan sin pudor los dedos de las manos y se agachan para cachar el bocado.
Tiene ojos pequeños, hinchados por la desvelada y por un golpe que parece de la noche anterior, una marca morada y un lóbulo enrojecido.
El cabello lacio engomado le cae en la cara y lo aparta haciendo la cara hacia atrás mostrando en el gesto una cicatriz en el codo.
Dos señales, una reciente y una antigua, de una vida vivida sin remilgos ni disculpas y sin embargo conserva una mirada amable y coqueta de norteño.
Sus manos regordetas juegan con el celular y fingen jugar con él en lo que le pregunto la hora…tengo el pretexto que mi teléfono está descargado y no tengo reloj.
Se acomoda el cabello con ambas manos en señal de cansancio y alcanzo a ver el nacimiento de unas oscuras y deliciosas axilas, debajo de unos bíceps moldeados a base de trabajo rudo, que contrasta con la limpieza y delicadeza de sus manos y uñas bien cuidadas.
-¿Te dolió?, le pregunto señalando su ojo morado.
-Creo que al bato le dolió más la mano, me contesta sonriendo y apretando el puño imitando el golpe en su ojo.

…Nos despedimos con un guiño entre descarado y tímido, en lo que la gente que pasa interrumpe la danza de las miradas. Miradas que no da pánico soñar.

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