martes, agosto 16, 2005

Out of time

Quien dijo que era una bendición leer la mente de los demás, seguro no sabía lo que decía o leía sólo lo que le convenía.
Cuando eres capaz de adivinar en un gesto apenas perceptible toda una historia que se repite constantemente no hay magia, despreocupación o autengaño que te rescate de: a) la ignominia si te quieres poner melodramático o b) la realidad plana si quieres ser práctico.
Yo, evidentemente me voy por la segunda opción, pero con lagunas de la primera. Sobre todo en soledad, cuando te puedes dar el lujo de jugar a dramma queen sin drama ni corona.
Así es esto, las historias de amor se viven siempre en retrospectiva (como dice Cristina), pero incluso ese resabio tiende a desvanecerse y sólo basta una mirada esquiva o un beso con mal aliento para cerrar un capítulo que se había negado a dar de sí, que ha vivido del recuerdo cada vez más reinventado y resucitado cual ave fénix que se levanta y expira.
Esta vez no hubo primeros auxilios, sólo la muda e inapelable promesa de un después sin interés en sí mismo, una sonrisa apenas sostenida y un apretón de manos cordial, una despedida por teléfono que nunca dice lo que quiere decir porque ya no importa.
Donde haga falta explicación escriba sobre la línea lo que guste o escoja le versión opción múltiple, pero no vaya a la sección de ayuda: está fuera de servicio, fuera de tiempo, desvencijada, rota, respirando por una herida que no fue.

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