viernes, agosto 26, 2005

Pozo

Está oscuro, sólo se oyen intermitentemente las ráfagas de metralleta.
Sus manos son sus ojos, sus dedos van apartando lo que le va impidiendo el paso, ven cuerpos, partes mutiladas y huesos aún húmedos.
Cierra los ojos para ver mejor y no olvidar. Al contrario de los demás que intentan convencerse a sí mismos que nada pasó, que la muerte es sólo niebla pasajera, que si la casa está vacía hay más espacio para la esperanza, que si no tienes ya padre o hermanos o hijos, tienes quien vele por ti en el cielo, que es un regalo la vida, que.... y que...
Para él estar vivo es una responsabilidad enorme y la memoria es su alimento. Sus pupilas, sus manos y sus oídos son un pozo profundo al que daría miedo asomarse, la semilla de un futuro certero, de una misión ineludible.
No recuerda la última vez que lloró, el llanto es lo que hace flotar sus recuerdos.

En un claro de luz alcanza a ver un grupo de soldados tan jóvenes como él y no se pregunta qué los hace ser enemigos, a estas alturas no hay preguntas que sean oportunas.
Si hay algo que tiene claro es el siguiente paso que tiene que dar para que el pozo se desborde.

2 comentarios:

No one dijo...

Manuel, muy bello...

estas bien?

Manuel dijo...

Gracias, Amanda. Todo bien por acá, sólo es algo que me inspiró unas cosas que leía sobre la guerra en Medio Oriente.
¿Tú cómo andas, mujer?... ¡Alivianese!