Regalo pa'la Sylvia
Había una vez una niña que tenía una abuelita dulce y amorosa que vivía al otro lado del bosque. Siempre que quería visitarla se vestía con una caperuza roja y nada debajo, con la esperanza de encontrarse con algún lobo feroz que rondara por ahí, uno con mucha energía sexual de preferencia y con un gusto especial por las niñas inocentes como ella.
En su canasta no llevaba panecitos para la abuela, pues era diabética. Lo que había dentro eran unas tijeras para castrar al lobo una vez violada, así no sólo aseguraba su producción de monederos de piel con lo que ganaba lo suficiente para cosméticos, sino también se evitaba la molesta experiencia de repetir lobo.
Un día, Caperucita despertó con la noticia que su abuelita había muerto sola en su cabaña y lloró tanto por la escasez de lobos en el bosque que dejó de teñirse el pelo de rubio, se mudó a casa de la abuela y decidió unirse a Greenpeace.
5 comentarios:
Felicidades a Sylvia desde Campeche. para ti solo te digo: acabas de matar mis ilusiones de ser lobo feroz, aunque conozco caperucitas peores...
Divertido regalo para Sylvia. Cuéntalo en el Pluma el próximo viernes...je.
No hay caperucitas peores o mejores, habrá más o menos putas caperuzas, pero lo imporante es que nunca habrá suficientes lobos feroces...
Ale, en el Pluma cuento cuentos mejores.
muero por un lobo feroz de esos que tu conoces
Yo soy de las menos! (La ara levanta su brazo y extiende su dedo indice)
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