martes, septiembre 06, 2005

Novia que me vea...

Un día como hoy murió Cleopatra y Laydi D.
Yo de Cleopatra no sé mucho, porque ni la película he visto y siempre pensé que los libros de mi casa eran sólo parte de la decoración. Hasta que mi hermana, que se siente superior desde que estudió letras, me sacó de mi error.
-Cálmate, naca –le digo- si hasta Irma Serrano estudió literatura y vela.
Digo, cuando menos ella fue bonita algún día pero tu, hermanita, lo fea no te lo quitas con todas tus postgrados en Phoenix.
Me odia tanto como Camilla a Diana, de quien sí sé un poco más y –hellooooou!- claro que he leído de ella. Una no se va a quemar las pestañas por cualquier cosa y el mejor lugar para informarte es el toilette, con un Vanidades en las manos.
Ok, supongo que no es lo mismo que un libro entero, pero denme crédito, ¿no? Lectura es lectura... y si la complementas con E! Enterteinment Television mucho mejor.
Yo ahora que me case voy a seguir el ejemplo de Diana y ser muy caritativa y muy guapa y muy todo (hasta voy a ver Discovery Channel). Menos pendeja, eso sí que no. Ni me metería con el chofer o con el guardaespaldas que ya de eso tuve bastante en el pasado.

Estoy tan feliz con lo de mi boda que no me cuesta ningún trabajo llevar al pié de la letra mi dieta de lechuga, apio y zanahoria (copiada a Beyoncé Knowles) para caber en el vestido de no via que me llegará del otro lado.
Es que, la verdad, intenté darle una oportunidad al talento local, pero no puedes apoyar algo que no existe. Aquí las costureras tienen un autoestima que ya lo quisieran las concursantes de Nuestra Belleza, al que fui “denunciada" y casi los cacheteo: eso es para nacas oportunistas o aprendices de... Bueno, el caso es que me negué, por supuesto, que yo no quiero ser conductora ni actriz de telenovelas.
Además, en ese tiempo empezaba a salir con mi novio y su familia no hubiera visto con buenos ojos que anduviera yo metida en esos espectáculos tan de mal gusto.

¡Ay, lo quiero tanto a mi gordo! Sobre todo porque no me pregunta de mi pasado y ve a través de mis ojos. Es un lindo.
Acaba de llegar de estudiar en Canadá y me encanta cuando me dice cosas cachondas en francés. Yo no entiendo una palabra pero nomás de ver cómo me empieza a meter mano por todas partes me doy cuenta que ha de ser algo muy sucio, pero elegante.
Yo -obvio- me hago la mustia y lo dejo llegar hasta donde quiero, pero me encanta oírlo jadear hasta que queda empapado en sudor. Luego me hago la enojada y le digo que me lleve a mi casa y él -todo lindo- me pide disculpas y me lleva prometiéndome acompañarme el domingo a misa. ¡Mi amor él!

Cuando nos casemos, le pediré que nos vayamos a vivir al extranjero. No porque tenga miedo que aquí le lleguen los chismes malintencionados sobre mi estilo de vida pasada, para nada. Todos tenemos cola que nos pisen, pero qué necesidad de pasar por esas cosas cuando te puedes dar la gran vida lejos de quienes te desean lo peor.
Obviamente que voy a invitarlas a la boda, para que se retuerzan de la envidia y me odien no sólo por ser la novia más bonita del norte de México, sino la única que entiende el verdadero significado de un vestido blanco: a mi nombre y para mi.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

por que todos se quieren ir al extranjero..? mmm... si vivir aqui es en extremo delirante
yo me quede con ganas de ver wild on con lady Di.

viajer@s dijo...

genial!