Jim Jarmusch ha sido una referencia constante en el cine independiente y en las pláticas snob que pueblan ese mundo aparte que son(mos) los cinéfilos.
Down by Law y Night on Earth fueron verdaderos descubrimientos a principios de los noventa. De repente el cine de este neoyorquino de cabeza prematuramente blanca era el sinónimo de minimalismo narrativo, la estética alternativa por excelencia.
Un día vi Dead Man, un extrañísimo western contemporáneo con un Johnny Depp inaugurando (o repitiendo, da igual) el rictus de marioneta inexpresiva que ha seducido a varios directores, y sentí un pequeño torzón estético. No pude negar la congruencia estilística de la cinta y ciertos guiños de exquisito elitismo, pero las ocurrencias me causaron menos gracia y la elegancia nunca me había parecido más hueca.
En una ocasión que hablaba con unos amigos de nuestros recientes descubrimientos cinematográficos, alguien mencionó esa película como lo más fregón que había visto últimamente y al escucharlo de boca de alguien más me quedó claro lo eficiente de la fórmula blancoynegro, narración fragmentada y diluída con unos parches llamados fade-out.
Me costó una discusión a la que mis argumentos en contra eran los mismos que mis amigos tenían a favor, lo cual hacía tan imposible el diálogo como el de la iglesia católica y el racionalismo más elemental.
Ahora que vi Coffe & Cigarretes (que parece puntada sobrevalorada de tallercito literario), el propio Jarmusch me dio la razón: lo que ha hecho ha sido repetir el mismo chiste varias veces, acomodádolo de diferente manera a la medida de su audiencia cautiva dispuesta a aplaudir su mejor mal chiste.
La diferencia ahora y lo que hace más notable este fenómeno es el status de celebridad "alternativa" que alcanzó el director, cayendo en la tentadora trampa que todo eso trae consigo, contando con la colaboración de las estrellas más cotizadas que harían lo imposible por conseguir credibilidad artística apareciendo unos minutos a cuadro en una de sus películas, haciendo el ridículo de la mejor manera, mientras ésta sea lo suficientemente "artsy", etiqueta que desde hace rato se le puede colgar perfectamente a cualquier cosa con apellido Jarmusch, Araki y otros que han sido relevados eficientemente por directores como Sofia Coppola o Michael Gondri, que al menos tienen una formación audiovisual más rica que esa anclada idea rancia y burguesa de que menos es más.
Esperemos a ver si Broken Flowers me hace tragar mis palabras con aceite de ricino en dosis patrocinadas por Bill Murray.
7 comentarios:
JOSÉ: HOMBRE MUERTO es una buena película.
PERDÓN: MANUEL, HOMBRE muerto es una buena película.
Pues con la pena, Manuel, pero a mi no sólo me pareció pretenciosa sino sumamente aburrida.
Hay una escena, donde Alfred Molina, le presenta su árbol genealógico, a un actor inglés que por cierto se parece mucho a él, donde se saca por conclusión de que son primos, esa escena está muy rescatable, porque el pretencioso inglés no toma en cuenta a Alfred Molina, hasta que ve que este está mejor conectado en el mundo de la farándula que él.
Si, la escena final de los viejitos tampoco es mala, pero eso no salva al conjunto.
qué manuelerío...
a mí me gustó deadman. y la música de neil young también me gustó.
HOMBRE MUERTO no sòlo es una buena pelìcula, creo que tanto ésta como MISTERY TRAIN son sus obras maestras...y efectivamente, creo que CAFÉ Y CIGARROS hasta hoy ha sido la peor, un fallido ejercicio que busca llevar al extremo la no-acciòn fìsica, pero independiente de nuestro gusto o desagrado Jarmush sigue siendo fiel a si mismo y su particular universo... que eso nos agrade o no ya no es bronca de èl.
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