martes, diciembre 06, 2005

Verbo Carne

Volteo a verme la uña enterrada y me sigo negando a ir con el podiatra que me libere de este dolor del que me he encariñado.
Ayer que me tropecé, el dolor me hizo gritar y decir todas las grosería de las que me acordé en lo que brincaba a un solo pié por la duela del piso.
Con lágrimas asomando a mis ojos, el ceño fruncido y mi dedo palpitando, una delgada línea roja se dibujaba en la comisura derecha de la uña encarnada y me viene el flashazo de la primera vez que cruzamos miradas en un Blockbuster: entre las de misterio y las comedias. Recuerdo que me llamó la atención como resaltaban sus ojos debajo de ese gorro tejido color beige que lo hacía parecer aún más joven de lo que era.

Era la víspera de una navidad de final de siglo: yo rentaba películas para pasar la primera nochebuena lejos de mi familia y él tenía el encargo de comprar el pan para la cena de la suya. Coincidimos en el baño del centro comercial, yo por la urgencia de mi vejiga y él por una mucho más evidente que me causó gracia. Le dejé claro que ocupaba el único mingitorio disponible y que el espectáculo de su erección sería mucho mejor apreciado con la vejiga vacía.

Ambos estábamos en una relación de más de un año y lo que no pintaba para nada más que un encuentro sexual como cualquier otro se convirtió en una historia con más capítulos que las telenovelas mexicanas. Fue así que aprendí que Nunca y Siempre son dos adverbios inútiles, que hay veces que mientras más barreras ponga uno, más a merced estás del azar, ese perverso prestidigitador que derrumba cualquier convicción, ese payaso que arma figuras elásticas de todas formas y colores con tu destino.

Sólo te queda patalear o aferrarte a la idea que tienes de ti mismo de la misma manera en que puedes aferrarte a una uña que te impide caminar bien, te recuerda tu torpeza cada vez que topa con la punta del zapato, te duele tanto como si estuvieras clavado a una cruz que te impide avanzar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cómo pasas la navidad?......

Sol dijo...

El azar es terriblemente perverso... ¿no tendrás por ahí su dirección de msn, o ya de perdida el número de su cel? Conozco a una masoquista que me sentiría encantada de conocerlo.

Manuel dijo...

Uuuy, Letty... es como cuando alguien que quieres está amarrándose la soga al cuello y quiere que le aprieten el nudo y luego le quiten la silla.
Esas cosas no se piden, ¡no hay que ser!