sábado, enero 19, 2008

Resortera

Uno sabe que se ha topado con un buen libro cuando desde el principio te habla de tú. Y mira que para que un japonés te hable de tú está en chino (o en japonés. da igual lo PC que quiera ser. nunca me sale). Ni siquiera sé si existan esas distinciones corteses en el idioma amarillo, pero si algo sabe este señor es narrar la cotidianidad en su hondura más insospechada.

El libro lo había comenzado hace mucho, pues fue un regalo que yo instigué se le hiciera a un amigo en su cumpleaños (I could not afford it for myself, go figure buying it to give it away). No sabía que lo había echado en mis maletas, pero seguro contribuyó al hecho de que pagara exceso de equipaje a una aerolínea del perro.

Para empezar, el personaje principal es un desempleado que no tiene la menor intención en dejar de serlo en un futuro cercano (situación que desafortunadamente terminó en mi caso). Hay un gato extraviado y yo he perdido cuatro, que no eran míos pero eran lo más cercano a contacto emocional que tuve los primeros meses de estancia lejos de casa.

Lo único que me falta es recibir una llamada obscena y que una escuincla que de seguro vio Lolita (porque dudo que sepa quién es Novokov) me pose sus labios húmedos chupando lollipop y sus braguitas idem. Empresa de antemano fallida, de primeras por el género y de segundas por la edad (no soporto el olor a miados).

Tampoco soy casado como el personaje, ni estoy tan aburrido como él, ni soy abogado ni me tomo la molestia de identificar los trinares de los pájaros alrededor mío para ver cuál de todos da la cuerda al mundo.

No podría resistir la tentación de conseguirme una resortera.

Just to see what happens…

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