Según ellas debo revisar mis vidas pasadas, regresar a la naturaleza, no compararme con los demás y ver mis propias fortalezas, buscar armonizar con los otros y trabajar en equipo, renunciando al individualismo que he llevado a un nivel casi artístico.
Las cartas son así, categóricas, fotogénicas y planas, se acomodan sobre cualquier superficie como gata sobre el sofá, autosuficientes, creyéndose dueñas del mundo, guardianas de tu pasado, presente y futuro: sabias, incólumes e irrefutables.
¿Y qué hace uno frente a semejante monstruo de dos caras? Nada... cuando mucho asentir con la cabeza y agradecer la generosidad iluminadora. Según ellas siempre habrá alguien más bonito, más inteligente y más todo que yo. ¿Qué se creen ellas: mis madrastras?
Cinco pictogramas dispuestos en forma de cruz me apuntan con el dedo y yo no puedo hacer nada para desmentirlos o confirmarlos: soy la duda envuelta en seis pies de carnes, huesos y yo.
-¿Eres agnóstico?, me pregunto al tiempo que me doy cuenta que la respuesta es justo la pregunta y presiento que la duda es la materia prima de todo y nada al mismo tiempo. Sin embargo me parece la más honesta de todas, porque las certezas siempre llevan el dado cargado y el azar se convierte en la trampa mejor trazada.
2 comentarios:
Voy a comentar algo aquí, porque todos los artistas amargosos, están usando la página de Víctor Hugo de altanoche como desahogo para sus traumas en la parte que dice DINEROS, por eso voy a decir algo de tu blog, lo de las madrastras siempre es un tema traumante, ya sabes: los tuyos, los míos y los nuestros (léase FOX-Bibriesca-Sahagún-De la Concha), pero que jueguen con el tarot, es fatal.
Me no entender (necesito traducción simultánea en este comentario)
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