No es que esté en contra yo de la concepción, más bien creo que un control de natalidad no le vendría mal a este mundo.
Pero como en realidad a final de cuentas le viene a uno dando lo mismo porque igual todo eventualmente se joderá, pues resumiendo me da igual.
Por supuesto que la mayoría que me rodea opina lo contrario a mi, más bien no opina: pare. Así se conjuga el verbo parir, ¿no?
Bueno, el caso es que la gente pare y pare chamacos como contratada, como si el dicho peregrino de la torta bajo el brazo fuera real. No creo que una economía se mantenga a base de tortas con olor a axila, pero tampoco soy economista.
Ayer conocí a Joaquín, un pequeño proyecto de persona de cuatro meses.Es el primogénito de una de mis buenas amigas de la universidad.
Recuerdo la vez que me contó por teléfono su decisión de seguir con su embarazo, resultado de un one-night-stand de sexo sin protección.
Como tampoco soy Conasida, ni la policía de la moral, me limité a escuchar y me sentí rebasado por la elocuencia del discurso de la maternidad emergente.
Ella, una profesional competente con no mucha suerte en el amor, inteligente y guapa, conoce a profesional ex-junior cogeloquesemueva y termina teniendo un acostón con él.
La historia de siempre, pisicorre, el bato más escurridizo que Wanda y la morra con el alma en un hilo por una prueba de embarazo positiva.
-La verdad, Manuel, no soy una chamaca. No tengo 20 años y no sé si más adelante tendré la oportunidad de ser madre. No me quiero arrepentir después y mi familia me apoya.
Lo único que le pude decir fue:
-Pues me parece muy valiente de tu parte y estoy seguro que vas a ser una mamá muy chingona.
A la vieja le soplas y llora, así que en un mar de lágrimas y tal nos despedimos y ayer nos vimos para conocer al retoño.
Le compré un elefente muy suavecito y muy trompudo para que lo use de almohada.
Es, según mamá cuervo, igualito a su padre. Eso no se si sea bueno o malo teniendo en cuenta que el padre no quiere saber de él y está instalado en el papel que mejor les sale a algunos hombres, el de pendejo.
Hoy en día ya nadie se escandaliza por las madres solteras, salvo las madres mismas a la hora de ver el tamaño del paquetote que se echaron encima.
No me queda más que admirar el valor de mi amiga, pero no por el hecho de seguir un patrón tan cuadrado y discutible de reallización femenina, sino por los ovarios de llevar adelante su empresa con la mejor de las actitudes.
Por otro lado, yo la admiraría igual si su decisión hubiera sido otra y se hubiera negado al acto heróico de la maternidad, que en muchos casos son en detrimento de las mujeres mismas.
Creo que más que nada es problema de prerrogativas, pero eso es tema para ensayo y no para post.
El caso es que Joaquín está aquí, es una promesa de casi un metro de altura, unas orejas casi tan grandes como las del peluche que le regalé, dos ojos saltones y curiosos y una sonrisa ancha y desdentada.
Es un momento para el optimismo, ese que hace tanto daño a veces, pero que en estos momentos se vale.
Hace mucho que no me sentía tío.
Bienvenido, lepe, vas a ocupas suerte.
1 comentario:
que lindo eres, cabrón...
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