Ayer me sentía tan pero tan culpable que decidí inflingirme la peor de las torturas: ir a ver una nueva película mexicana.
Estaba por decidirme si entregarme a una sesión de sexo sadomasoquista o ir a pedir dinero para el Teletón, pero en una de esas y me gustaba el asunto y eso no se valía.
Opté por entrar a ver "Desnudos", una película mexicana denostada por la crítica nacional, llena de figuritas de telenovelas cuyo mayor sacrificio para entrar con el pié derecho al estatus de estrellas cinematográficas fué quitarse más ropa de la acostumbrada.
Hola, Lin May y Sasha Montenegro vda. de López Portillo han hecho escuela. Benditas sean.
Para aumentar el grado de degradación me compré un hot-dog y le puse mucha mayonesa (que odio) y una jumbo-coca (roja, no light).
Mi sorpresa fue encontrarme la sala medio llena. Uy, dije yo: la culpa ha venido junto con el espíritu navideño. ¿Porqué esta gente no se guarda sus remordimientos para semana santa y me deja disfrutar mi castigo a solas?
Anyway, me siento lo más alejado de la gente y empiezan a llegar más peregrinos.
Qué la chingada, pienso yo: me hubiera quedado con el botecito del Teletón.
Entré a tiempo para echarme todos los comerciales de cocacola y mamadas de esas porque eran parte del castigo. Son interminables.
Empieza la película con una secuencia de créditos deudora total de la estética televisiva, hasta en video digital estaba hecha y con un rap a la mexicana de fondo. Promete.
Inicio: una vieja haciendo una versión moderna del macramé ochentero, un pendejo corriendo en lo que parece la Roma o la Condesa defeña que luego entra al departamento donde está la del macramé, se quita la ropa y empieza a hacer lagartijas con el único propósito de que veamos su verga pegando en el piso.
En el mismo departamento, está un ex-garibaldi sin camisa pintando lo que a su entender o del director es arte astracto (la omisión de la "b" es a propósito, ok?)
Luego aparece una especie de Niurka con menos kilos y más marcas de acné, pero igual de malactriz.
Lo que alcancé a entender es que son cuatro personajes que viven en el mismo depa. Dos parejas cuyo mayor dilema es coger o no coger y que tienen, sobre todo los hombres, alergia a la ropa. Ellas son muy sensibles, una alcohólica la otra atribulada por su complejo de marilyn monroe: sólo la ven como un pedazo de carne, no como el ser humano tan conmovedor que ella es (Cuba en metáfora).
Ellos son el extremo, uno el pintor sensible que deja su trabajo de publicista para decidarse a su arte (todavía no eran las audiciones para Garibaldi supongo), el otro un vividor drug-dealer cuyo única cualidad es saberse buenísimo y dizque ser bueno para coger (obviamente viene de una familia disfuncional, como si hubiera de otras).
Ustedes, pensarán qué clase de castigo es ese si se la pasa viendo gente desnuda y teniendo sexo en su propia idioma. A quines piensen esto echen un vistazo (más bien escuchazo) al rock en tu idioma y se darán cuenta a lo que me refiero.
Mis arcadas empezaron con los diálogos trascendentales:
¿qué tenemos en común?, nada, por eso seguimos juntos.
¿Porqué nunca me dices que me amas?
Para mi sorpresa, el resto del público parecía disfrutar, sobre todo con los desplantes misóginos del vividor. La gente se reía a cada comentario machista o al recurso infalible de las groserías: pendejo, a la chingada et al.
Me quedó más claro, tenemos el cine que nos merecemos.
Sonó mi teléfono. Era el Memo. El pretexo perfecto para buscarmen un mejor castigo.
-Te veo en quince minutos. Dije y fui directamente al baño a continuar mi viacrusis con una sesión bulímica pero me di cuenta que eso tampoco es lo mío, por más de moda que esté.
2 comentarios:
Epa! que paso con el post de ayer!
Me agrada cuando de vez en cuando escribes con el alma.
Sorry, Mercedes.
Se me borró accidentalmente y no supe cómo recuperarlo.
Así me pasó con "El gato azul" y desapareción en un hoyo negro del cyberespacio.
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