sábado, febrero 19, 2005

¿Si te pido -POR FAVOR- que te consigas una vida?

Es 14 de febrero y a mi, como siempre, me da igual, sin embargo coincide que estoy en un bar en Tijuana con varios amigos que estimo mucho y que veo pocas veces al año.
En una de las idas a descargar la vejiga me encuentro con un antiguo amigo que no esperaba encontrar.
Al parecer no me reconoce, entonces yo me acerco y lo saludo:
-Hey, ¿qué ondas?- Le digo
-Hola, ¿qué haces tu por aquí?- Me contesta sorprendido.
-¿Si has oido hablar de la libertad de tránsito?- digo yo pasándome de simpático, mi deporte favorito.
Se ríe y me da un abrazo. Me cuenta lo que ha sido de su vida y no tardo en darme cuenta que está instalado en los noventas, cuando nos conocimos en el Club A y coincidiamos ahí y en otros lugares menos chic. La vida se le ha estancado en la barriga, porque en la cabeza sigue siendo el eterno adolescente precoz, sólo que lo precoz tiene fecha de caducidad y él no se ha dado por enterado.
En uno de los avances que nos hacemos, me toca el pecho para leer lo que dice mi camiseta y dice haciendo su mueca de autosificiencia No. 9:
-¿Cómo se te ocurre traer la camiseta de esa farsante?
-...
-Esa vieja es una pretenciosa, una oportunista.
-Yo que pensé que traía una camiseta, y lo que traigo es un postulado ideológico. ¿Qué te pasa? Relájate, es Björk, no le hace daño a nadie. Además ya no se viste de cisne.
-Me cae muy mal, creyéndose la redentora de la música electrónica...
-Qué loco que digas eso porque hace mucho que dejó de hacer música exclusivamente electrónica. Su rollo es más experimental, aunque qué hueva estarla defendiendo. Te repito, es sólo una camiseta, César.
-Yo prefiero a Madonna.
-Pues ella sí que es una verdadera farsante. Por eso me encanta, por genuinamente oportunista.
-...pues sí.

Como ví que estaba preparando más rollo para su discurso contestatario pop y yo corría el riesgo de caer desmayado de un bostezo, lo único que se me ocurrió para parar esa diarrea verbal fue besándolo en la boca.
Resultó.
Pero...
-Me acuerdo cuando vivía con el Carlos (mi ex cuando no era todavía mi ex) y como se ponía celoso cuando le contaba de los fajes que me ponía contigo.
-...¿A poco?
-Sí. Te acuerdas aquella vez que hasta te chupé los dedos de los piés...
No me acordaba, ahora sí me acuerdo.
-...me hizo una escenita y me dijo que estaba dispuesto a dejarte a ti para estar sólo conmigo.
-...orale. Qué interesante...
-Pero no es lo mismo cuando no hay sentimientos.
-¿Y eso qué tiene que ver?
-Mucho.
-Oye, qué discurso tan retro. ¿Seguro que no te volviste testigo de Jehová o cristiano?
-No, deveras no es lo mismo cuando estás enamorado...
-Pues en lo que bajas de tu nube yo voy a miar, ¿bueno?

Me perdí, volví con mis amigos y no dejaba de preguntarme cómo es que después de tantos años no supere ese capítulo.
Estar en medio de dos personas, tratando de mover las piezas de un ajedrez que son demasiado complicadas para su triste imitación de Lauren Bacall. Pero sobre todo, insistir en ello después de más de cinco años es -hasta para mi- como que mucho.
Tenkiu bai.
Ahora entiendo lo acertada que fue mi decisión -de antes y ahora- de no acostarme con él.

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