lunes, marzo 07, 2005

Long time CRUSH

La vida da muchas vueltas y yo me mareo fácilmente.
Hasta subirme a la rueda de la fortuna me da miedo, con eso digo todo y ahí le dejo para que no se convierta en una metáfora.
El caso es que después de la fiesta del viernes (que merece otro post) quedé medio desgastado el sábado pero igual y no me resistí a la tentación nocturna.
El A. y yo nos quedamos de ver con unos amigos y la fiesta estaba a todo lo que daba y daba como que mucho para mi ánimo pero igual me porté a la altura.
Lo interesante fue al final. Antes de que terminara la noche el fulanito con el que he compartido miradas furtivas y uno que otro intercambio de salivas hace más de dos años parece que se puso la consigna de no dejar escapar la noche y se ofreció a llevarme al after.
¿Y el after? Ni sus luces, sólo nos esperaban dos grillos y un candado en el portal.
La plática no pudo ser más tensa, los comentarios frívolos dominaron la dinámica y yo en plan de señorita extraviada, sin saber si mandar al preten a volar o de a tiro decirle vamos a mi casa a terminar este, que viene siendo el cortejo más largo de que he sido objeto en mi vida.
Mis reticencias obviamente no tenían nada que ver con la falta de atracción física sino la polaridad de nuestras convicciones: ideologías opuestas, estilos opuestos (para él yo soy roquero y para los roqueros soy un fresa) pero si uno deja hablar al cuerpo la hoz y el martillo -je!- se pueden llevar con la ropa de marca, el carro del año, la pulserita políticamente correcta de moda y la pretensiones clasistas de cualquier provinciano venido a más.
El cuerpo habló y bien. A pesar de que mi sobriedad y su embiraguez hacía el encuentro un tanto disparejo, al final hubo coincidencia erótica que mejoró en el capítulo mañanero, con los alientos rasposos y la calentura a flor de piel.
Yo pasé la noche casi en vela, cuidándome de no ser expulsado de una cama individual. Toda una tarea de equilibrista-fakir tomando en cuenta los ronquidos del de al lado y la complexión de ambos.
Lo que pensé que iba a ser un trago amargo de despedida, donde el arrepentimiento iba a ser difícil de disimular reinó una extraña camaradería, esa clase de relajamiento de quienes disfrutaron uno del otro sin ninguna otra intención que el placer mismo.
La despedida relajada, el intercambio de números, las gracias y el saludo de amigos.
Me bajo del carro y entro a mi casa con la sensación de que no estuvo nada mal, de hecho estuvo bastante bien.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si las crónicas todas tuvieran cierta dosis de erotismo y sexo, vaya que habría más lectores...suave la existencia del blog, porque dudo que el Impar, se animará a publicar este relato tan chingon

Manuel dijo...

Imagínate que miedo que el Imparcial publicara este tipo de historias!
Eso significaría que reconocen la existencia de algo que no puede ni ser mencionado...ya no digamos celebrado.
Gracias por la visita, Ale.

Miguel dijo...

Ah...

The love that dares not speak its name.

Permiteme te agradezco, como siempre, una visita corta a la parte mas intima de la vida ajena. Me encanta como escribes y mas aun que lo haces donde yo pueda leer.

Bendito el ver que todavia hay cosas que trascenden (does that word even exist?) la basura socio-politico-economica bajo la cual nuestros abuelos (para perdonar a nuestros padres) nos quisieron enterrar--y ni mencionemos el opio de las masas. Dicen que hay idiomas internacionales que superan la simplicidad de las palabras...

Veo que lo hablas bien!

Que celos...

Sigue escribiendo.

Manuel dijo...

Esa palabra existiría si le pusieras una "i", Miguel: trascienden.
Gracias por stopping by, ya se te extrañaba.