¿Les ha tocado sentir que tienen comezón en un lugar difícil de precisar ante ciertos temas o situaciones?
A mi me pasa con la globalifobia local, con el eco-facismo y todas esas vertientes stalinistas de asuntos políticamente correctos: pasando del feminismo al activismo gay, de las marchas pro-whatever a los teletones.
Quisiera estar a favor de las buenas intenciones pero si tan solo éstas fueran suficientes: cuando la buenaondez nace y florece sin el abono de la autocrítica se convierte en un ladrillo pesado e inútil que no construye nada, sólo diques que no dejan pasar el sentido común.
Yo, la verdá, no tendría cara para ir a gritarle a Jenny from the block, lo mala persona que es por traer encima una piel de zorro no porque no me de pendiente la situación ambiental sino por que hay que enfocar las causas y dimensionar las situaciones justamente: el único reproche que le tengo a la López es su falta de criterio para elegir papeles en el cine y su derivativo hip-hop bleach que nada hacen por la música negra o latina, pero no voy y se lo escupo en la cara porque me basta con no comprar su disco o no ir a ver su película (y no comprarme sus zorros).
Tampoco tendría cara para ir a una protesta contra la represión de unos estudiantes que se comportan como vándalos escudándose en la libertad de expresión, haciéndole un flaco favor a cualquier movimiento ciudadano serio. Cuando cualquier iniciativa ciudadana es secuestrada por el dogma de una tradición izquierdista, academicista, derechista o desmadrecista recalcitrante, enamorada del victimismo y la incomprensión absoluta no sólo me da una hueva enorme, sino un temor de que las cosas tomen indefectiblemente ese curso casi burocrático al sinsentido.
Por eso y porque la quincena se me acabó, quiero ser un yuppie, quiero volver a ser hijo de papi. Sólo que ya no tengo papi y no veo surgir de las profundidades ningún sugar daddy dispuesto a patrocinar mi conciencia social.
Quisiera ser como el punk que pide permiso y dinero a su mamá para ir a la tocada, o como el globalifóbico que se une a la caravana por la liberación de los presos en Sucre y se gana un boleto a Europa repitiendo como perico todos los lugares comunes bien intencionados, al gusto del nuevo mercado de la contra-cultura.
Quisiera ser anti-yanqui de los que van todos los fines de semana de compras a Tucsón o Douglas y hablan del diablo encarnado en George Bush comiéndose una hamburguesa en Carls Jr., que si tuvieran tan buena autocrítica como digestión otro gallo nos cantara.
Más bien lo que me urge es que llegue la quincena y que me pague mi jefe yanqui para poder seguir siendo el hedonista intermitente que me he propuesto ser.
8 comentarios:
¡¡hedonista intermitente!!
jo
Descubrí tu blog buscando otras cosas y es realmente fascinante...totalmente de acuerdo habría que ser más hedonistas y menos antialgo y otra cosa seria
Wellcome Cloe, tu sí que tienes un nombre hedonistamente chic.
Para hacer un autèntico hedonista ni siquiera se te ocurrirìa hacer este tipo de crìticas o cuestionamientos. Hay algo que se conoce como conciencia crìtica y lo que dices demuestra que tu la tienes, por lo tanto, de entrada, tu hedonismo se antoja un tanto impostado...Màs congruencia por favor!
Aquí lo unico impostado es tu radar caza-incongruencias, ojito.
Se puede tener conciencia crítica y sacar placer de ello, pero sobre todo se puede ser irónico sin renunciar a la autocrítica.
De hecho se podría decir que la ironía es uno de los más grandes placeres de los que puede disfrutar un hedonista. Y en este tipo de placeres se me hace que tu no eres nada intermitente eh!
¿Un hedonista señalando -o sea reflexionando con o sin ironìa lo que caracteriza su espacio y su tiempo, sea desde una actitud polìticamente correcta o incorrecta? Eso sì es una contradicciòn: un hedonista puro, duro y radical de entrada tomarìa como un enorme esfuerzo, inùtil para varias, tal actividad intelectual. El hedonista, en el sentido estricto del tèrmino, ni siquiera consideraria la actividad intelectual como uno de sus placeres
Y justo cuando yo hablaba de Stalinismos, llega el ojito onanista a recordarnos la pureza del lenguaje despojado de la ironía.
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