A partir de una búsqueda personal, exprimiendo desde su peculiar sensibilidad la música electrónica, el trabajo de Björk ha ido alejándose cada vez más de las fórmulas pop y se ha encerrado en una burbuja creativa que no siempre termina de conectar con quien escucha. Ya desde su refrescante debut como solista (a mediados de los noventa) se había dedicado a sacarle la vuelta a las clasificaciones para terminar encasillada como producto de lujo del snobismo.
Después del orquestal Vespertine (marcado por su experiencia en la película “Bailando en la Oscuridad”, de Lars Von Trier) donde sus ideas son complementadas por el dueto californiano Matmos, el rumbo de su música parecía incierto y dirigiéndose a la redundancia. Sin embargo, sorprendió a propios y extraños con Medulla, un regreso a las cavernas de la garganta que vino a confirmar su espíritu arriesgado y sirvió como filtro para una legión de admiradores que huían o se acercaban, confundidos por la movilidad creativa de la diva.
Quienes la catalogaron como inaccesible y megalómana tendrán ahora mucho material para destrozarla y quienes la aman incondicionalmente, tendrán que despabilarse porque Björk no sólo se desmarca cada vez más del universo pop, sino que a partir de su relación con el artista californiano Matthew Barney, reafirma inevitablemente su status de “figura de culto”.
Su último disco es la banda sonora de Drawing Restraint 9, largometraje de corte experimental autoría de Barney (creador también de “The Cremaster Cycle” una serie de productos audio-visuales cuya base conceptual es la escultura pero cuyo resultado es casi inclasificable) para el que Björk crea melodías de resonancias místicas que acompañan la historia de una pareja de extranjeros a bordo de un barco ballenero japonés, donde contraen matrimonio en una ceremonia tradicional shintoísta, religión ancestral cuyas deidades son fuerzas de la naturaleza.
A pesar de que sólo se escucha su voz en tres de los tracks, su estilo es totalmente reconocible a lo largo del disco, sobre todo por esa tendencia a integrar instrumentos desconocidos y manipularlos digitalmente de manera que se amalgaman casi orgánicamente. Tal como hiciera con trenes y máquinas en Selmasongs, en The music from Drawing Restraint 9 utiliza el mar y los buques para crear una paleta sonora que navega entre lo épico y lo trágico: una experiencia que será completa sólo acompañada por las imágenes creadas por Matthew Barney.
Todo parece indicar que la farándula musical ha perdido una estrella pop. Quizá Björk haya encontrado un camino de exploración menos limitante y más acorde con su personalidad tan críptica -a veces- como impredecible.
1 comentario:
me suena, me suena...
Publicar un comentario