Yo tengo una postura más bien ambigua en cuanto al sexo en grupo: lo aplaudo y encuentro fascinante su dinámica, pero simple y sencillamente no es lo mío. En el fondo he de ser un candidato al Opus Dei esperando su credencial o simple y sencillamente un pudoroso sin remedio o un romántico incorregible casado con la peregrina idea que el sexo -como el amor- es cosa de dos.
Yo sé que suena contradictorio de un big-mouth como yo, pero la contradicción es tan chic últimamente, que no puedo más que ir with the flow.
Claro que tampoco me puedo dar baños de pureza, porque uno no puede andar por ahí opinando sobre todo sin conocer el asunto desde sus entrañas. Tal vez necesite cambiar la oración: después de probar sus variadas combinaciones descubrí que el sexo en grupo no es lo mío, y si el grupo es de gente que yo conozco o incluso amistades, le huyo como a la plaga. No sólo no es lo mío: no quiero ser ni testigo. Los rituales paganos heredados de nuestros decadentes imperios me parecen aún más decadente y aburridos cuando se hacen pensando ser la punta de lanza de un asunto que nació añejo.
Sin embargo, los bacanales me gustan, pero cuando llega el postre sexual, prefiero discriminar platillos y si de plano no hay algo que aporte novedad a mi dieta erótica, prefiero desaparecer como Houdini, que la ausencia también es presencia. ¡Añil!
Este fin de semana, después de la fiesta intercultural del recién convertido a treintañero y su banda inenarrable, decidimos alargar la fiesta hacia el amanecer, reduciendo el grupo que estaba indeciso entre el rave o el aguaje. Ganó el segundo y en cuestión de minutos nos ahogábamos de la risa con el disco de la tristemente célebre Jolette, la no menos ídem Lucía Méndez y su new-wave hit “Margarita de Cristal”, hasta que terminamos bailando “It's my Life” una y otra vez, convirtiéndose en el tema de la noche y el pretexto perfecto para sacar las tijeras y los cuchillos y acabar con las camisetas Calvin, Gap y Patito (fue un acierto haberme cambiado la Banana Republic por la de Radiohead, q.e.p.d.) hechas jiras.
La sorpresa fue la declaración anti-violencia muy al estilo Greenpeace de la Morris, que se quitó la ropa imitando a las top-models londinenses protestando contra los minks que ayudan a vender. Hay que reconocerle su ferviente pacifismo y su muy personal idea del Happening, lo que no la redimió de su cuchillofobia porque es hora que nos sigue reclamando nuestra arrebato de terroristas de la moda que sería las delicias de Joan -¡cómo te extraño!- Rivers.
Terminamos tirados unos encima de otros y no faltó la mano donde no debía o la lengua buscona, pero siempre está la nunca mejor ponderada opción de hacerse el dormido y el posterior ataque de amnesia. ¿Qué sería de nuestra integridad sin las trampas freudianas de la fe y el mejor invento del mundo que es el subconsciente: ese barril sin fondo?
3 comentarios:
jolette
lucía
morris
tú y la vecina...
¿qué más le puede pedir uno a una orgía?'
Un mejor casting.
Sobre todo de actores amateur: eso llamo yo una orgía ideal, pero como no me gustan las orgías no puedo opinar.
Pues de entrada yo pediría más hombres porque es que ni la Jolette ni la Mendez me ponen mucho...
En cuanto al sexo en grupo... pues tiene su gustirrín, pero es verdad que tampoco es para tanto, yo también paso... sin embargo los tríos sí me gustan mucho, tienen su morbo y conservan cierto nivel de intimidad...
Publicar un comentario