miércoles, octubre 05, 2005

Sísifo

Trato de quemar las calorías por si las flemas y la tos no son suficiente. Camino en círculos concéntricos dándole vuelta al discurso y a los recuerdos, apuro el paso cuando algo me viene a la mente y no me gusta... a punto estoy de trotar.
Siempre que no quiero enfrentar un tema camino y camino tanto que si pusiera en línea recta esos kilómetros de evasivas llegarían hacia donde estás tu.
Pero eso sería sólo si estar ahí fuera en realidad lo que quiero, pues cada vez que me acerco siento el mismo vértigo que una vez me invadió esperando el metro en el DF, o cuando me asomé del Golden Gate Bridge en SF.
No es que quisiera arrojarme a alguno de esos dos abismos, pero no deja de fascinarme la idea de mi cuerpo siguiendo la coreografía de la muerte, como en esa canción de Björk en la que vive en una montaña altísima y se detiene al borde del abismo imaginándose cómo sonaría su cuerpo estrellándose contra las rocas.
Pero me pasa igual contigo: mientras más me acerco más siento el impulso de alejarme. Por eso nuestra historia de amor se ha construido en la distancia, porque los años que jugamos al peligro de estar juntos fueron el combustible de una fantasía que persiste y se levanta y expira para volver a levantarse.
El domingo que encontré dos llamadas perdidas supe que eras tu y resistí sin éxito el impulso de llamarte de vuelta, pero todo es inútil para nosotros. Nos necesitamos en el momento equivocado para cada uno, como una misma estación con dos sintonías diferentes.
Anoche me llamaste y escuché por media hora cómo se acababa mi crédito en lo que me contabas la misma historia de siempre, la que me sé de memoria, la que sin embargo me dice que estás desandando tus pasos, reconciliándote con tu pasado, con tu familia y con la parte de esa historia que protagonizo yo.
Me preguntaste de nuevo si me siento a gusto acá y yo te mentí diciéndote que sí, que la última vez que estuve allá me di cuenta que no quiero regresar.
La verdad es que no estoy a gusto, pero tampoco quiero regresar.
La verdad es que no se lo que quiero.
Quiero mi bote de vuelta, quiero ser el navegante aventurero que nunca fui: el que no le teme a las profundidades y tiene en su pecera un tiburón.

6 comentarios:

Medea dijo...

No sólo tienes el bote a la disposición de tu voluntad, sino además un mapa de las estrellas para navegar por aguas y cielos sin perderte... Ah, y una dotación inmensa de comida para tu cachalote de la pecera...

Besos

Anónimo dijo...

Tiburón, nena, tiburón...

El diablo probablemente dijo...

ta ra ra ra ra, ta ra ra ra ra ra ra ra, ta ra ra ra ra ra, ta ra ra ra (No te me azotes como ya sabes quien...y ni se te ocurra tomar como paradigma las pelìculas de ya sabes quien: ¡Arpìa, regresa. s'il te plais!!!)

Manuel dijo...

Esto es pura catarsis y uno se azota como puede, no como quiere. No me subestimes.
De Arpía pronto tendrán noticias: está haciendo maletas.

La Fran dijo...

Manuel, romantico, sensible y melancólico??...serà octubre??

que vuelva la Arpía, Arpía, Arpìa!!!!

Anónimo dijo...

rusted, dear: tu sí que sabes leer between lines.