miércoles, octubre 12, 2005

Loco

No cabe duda que la peluquería es una especie de artesanía para la que se necesitan ciertas habilidades que se pulen con el tiempo. Anoche, por ahorrarme unos pesos le pedía a mi vecino y amigo me pasara la maquinita para rebajar al 2 mi ya contundente mata de pelo imitando un imberbe erizo.
Con un pulso dubitativo, mi peluquero emergente torturaba mi cráneo y nomás de pensar que esa mano podría ser de un cirujano se me pone piel chinita.
Decido hacer justicia por mi propia mano, agarro la máquina y la paso con enjundia por mis sienes, mi nuca, pero al llegar a la parte de arriba la carga se acaba y mi look está entre un mohicano y un prófugo La Castañeda.
En lo que se vuelve a cargar la pila del aparatejo, tomo uno de los libros a mi alcance y empiezo a leer un ensayo sobre la paradoja petrolera mexicana a principios de los ochenta, el comienzo del fin de un próspero país que cae en manos de la especulación internacional.
El tema me rebasa. Tomo el siguiente, el de Cristina Rivera Garza sobre un fotógrafo mexicano de los años veinte, obsesionado con una italiana primero y luego con una interna de La Castañeda, donde es contratado para hacer el registro gráfico de los pacientes. El fotógrafo en lo que parece su middle age crisis o algo parecido a una angustia existencial lista para ser narrada, revisa su archivo de fotos eróticas tomadas años atrás donde reconoce a una de las pacientes del manicomio.
Al leer la descripción de esas fotos me viene a la mente ese libro que me regalaron a principios de los noventa, una serie erótica de mujeres rollizas y cándidas de principios del siglo XX. Me lo regaló una amiga-pretendienta que seguro quería inducirme en el arte de apreciar la abundancia en carnes tan apreciada en el arte antiguo.
El libro (Casa de citas de no me acuerdo qué...) es bellísimo y aunque no consolidó mis escarceos heterosexuales, me dejó un catálogo que en sí mismo es ya un misterio y cada mujer una historia esperando a ser desempolvada: como la de Matilda Burgos.


6 comentarios:

El diablo probablemente dijo...

Oye, el libro era uno con pròlogo de C. Monsivais? y la que te lo regalò...ja ja sì, me acuerdo de ella...

Manuel dijo...

¿Conoces un libro en México que no sea prologado por la Monsi?

Anónimo dijo...

Y el de Cristina Rivera-Garza de casualidad se llama: Nadie me verá llorar?

Manuel dijo...

Ese mero, anónimo. Puedes quedarte con tu premio o catafixiarlo... you choose!

sylvíssima dijo...

un fotógrafo de putas
una mujer llamada matilda
un manicomio
el libro tiene toooodo para gustarte.

pregunta: ¿será que el destino quiere que seas mohicano? porque siempre siempre se le acaba la pila a tu máquina...

Manuel dijo...

Ya sé: algo traigo con Daniel Day Lewis (Ah, malayón!!!)