sábado, octubre 15, 2005

Pandora

El deseo también es una caja de Pandora que una vez abierta no sabes hacia donde te va a llevar.
Hojeando libros me descubro mirando las tapas, buscando la foto del autor que más me estimule a leerlo, pero luego caigo en que para eso están las revistas.
En lo que la Concha hojea un libro de Deppar Shakra o como se llame yo me entretengo con la Ocean Drive y la Mens Health, me entero de la rutina de ejercicios de Usher, Tom Cruise, Ricky Martin (que la edad le ha sentado muy bien) y Matthew Mcwathever, quienes hablan de su cuerpo como de sus cuentas bancarias (en varios de ellos bien podría depositar el donativo que no hice a los damnificados del huracán Stan).
En la National Geographic entrevistan a un huraconólogo que explica la dinámica alfabética con que nombran a los huracanes cada temporada. El ingenuo reportero le pregunta qué pasaría si se les acaban las veintitantas letras del alfabeto para nombrar huracanes y elocuentemente contesta: si eso pasara, obviamente tenemos un problema mucho más grave por el cual preocuparnos.

Así me pasa a mi: ¿qué sucedería si se me acabaran las opciones eróticas mientras mi deseo crece como incontrolable niño loco?
Luis Buñuel dijo un día que, para él, llegar a la vejez significó un descanso de la tiranía del sexo, y creo que se a lo que se refiere: el deseo es un yunque, un felizómetro, una energía incontrolable e incomprensible, una bestia a punto de romper la jaula.
Es un tramposo metiéndote zancadillas en el momento que menos lo esperas y con quien menos imaginas. Y uno puede hacerse de la vista gorda, cerrar con doble candado la compuuerta, pero él siempre está latente: esperando un guiño un descuido un pretexto para soltar la bestia y mostrar que la civilidad y la prudencia es siempre una incómoda máscara.

3 comentarios:

Miguel dijo...

well put.

uncomfortably accurate.

disarmingly honest.

;-)

Josué Barrera dijo...

Excelente texto, Meza. Me encanta cuando transformamos el amor, el deseo, el sexo, en un objeto que creemos controlar. Recuerdo una descripción del amor que hace Eduado Mendicutti en su novela Tiempos mejores (palabras más, palabras menos): "El amor era un conejito que no dejaba de saltar por todos lados"

Manuel dijo...

Soy fan de Mendicutti: "No tengo la culpa de haber nacido tan sexy" me hizo reir taaanto con ese término que me cambió la vida: "erecciones retrospectivas" (El personaje ppal. es un transexual en busca de su redención espiritual).