Anohe me acosté en mi cama y hoy desperté en el refrigerador. En posición fetal, desnudo y chupándome el dedo.
Curioso, casi nunca duermo desnudo a menos que sea acompañado, y no me chupo el dedo.
Estaba oscuro y frío, pero la sensación era agradable aunque el ruido no tanto. Abrí los ojos y alcanzaba a ver encima de mi el disco de control de la temperatura.
Intenté salir del celofán que cubría mi cuerpo pero descubrí que era mi piel una cobertura transparente y dúctil.
La desprendí y quedé en carne viva, carne fresca. Olía bien y un chorro rojo iba dibujando largas rayas en la superficie blanca.
Siguiendo las líneas llegué a la puerta, la abrí y entró la luz.
El rojo de mi carne se fue convirtiendo en gris oscuro y terminé hecho un montón de cenizas en el piso.
Nunca había estado más vacía mi heladera.
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