Pa' las morras
Los prejuicios se reproducen y corroen a la velocidad de las células. En estos meses he sido testigo del temor de varias mujeres a esa parte de su cuerpo tan disputada por las instituciones y que encuentra en la visión de sí mismas su principal verdugo.
Los doctores dicen que no se preocupe y Marianto piensa en su hija y tiene aún en los ojos la huella de su madre en cama, desvaneciéndose a la nada. Es probable que no sea nada dice el médico a Silvia, y tiene que esperar un burocrático mes por una cita con el ginecólogo para ver si merece conservar su matriz treintañera que ya cumplió con su misión de procrear. Myriam recibe como respuesta científica de su doctora que se consiga una pareja, tenga hijos, bla bla bla, que a sus veinticinco ya tiene que pensar en formar una familia y sus achaques se intercambiarán por otros.
Lo que no se usa se atrofia y eso significa que hay que parir y encomendar los retoños al altísimo, sin importar cualquier otra idea que pudieras avizorar para tu vida. El reloj biológico recuerda puntual las tareas por cumplir.
La tendencia a cargar de estigmas a las enfermedades hizo del cáncer -ahora al sida- el diablo en persona y el derrotismo de los pacientes ha hecho de individuos con capacidad de sanar, víctimas propiciatorias de su propia muerte.
Susan Sontag venció –aunque ella odie esta terminología- al cáncer y al escepticismo de sus médicos. Su libro es un vital cuestionamiento contra la ignorancia y el prejuicio que venera a la muerte por encima de las posibilidades científicas y la esperanza humana.
Tres mujeres se enfrentan de ladito con el fantasma de la enfermedad y sus metáforas. Una de ellas acaba de pasar un capítulo de la amenaza que persigue a tantas, otra acaba de romper una ventana para subirse a un avión y seguir de frente, la otra buscará en la holística una paz interior que la releve de pagar su cuota de género reglamentaria. Al menos por el momento.
Las metáforas deberían prohibirse.
2 comentarios:
Una de las tres (la que enfrenta estos líos femeninos con la figura saludable de su hija o la figura mortalmente enferma de la madre) te dice: gracias, gracias, gracias (también a tres voces).
te estoy queriendo, manuel, te estoy queriendo mucho, gracias por tus palabras...
Publicar un comentario