miércoles, abril 27, 2005

Quiero ser ... ¡Optimista!

Contra todos los pronósticos, el optimismo parece ser el tipo de cambio de quienes se quieren apuntar a la modernidad. La realidad tiene su cara amable, aunque debajo de la alfombra esconda un sub-mundo que ya lo quisiera David Lynch para una de sus películas.
Habemus Papam. Con pasado nazi e inquisidor, pero habemus, que es lo importante bajo esta lógica optimista. Se la ha pasado ensayando las caras amables que nunca estrenó mientras era Cardenal (tal vez el rojo no era su color) y se da el lujo de confesar que pidió a Dios no ser elegido, lo cual el Señor pasó de largo, que para algo es el creador del cielo y de la tierra. ¡Faltaba más!
Habemus desafuerus: El domingo pasado, La marcha del silencio en contra del desafuero de López Obrador resultó una inédita manifestación de que por una vez en mucho tiempo se puede estar de acuerdo con algo. Yo igual estoy de acuerdo en que no se debe permitir utilizar de la manera más puerca la "legalidad" entre comillas para cerrar el paso de los enemigos políticos cuando éstos -aún con su megalomanía e histrionismo de pacotilla- han cosechado cierto capital político que pone en riesgo el establishment.
Hay de izquierdas a izquierdas, pero en México sólo parece haber una forma de que sobreviva (y parecer que es haciéndose de la vista gorda).
Habemus matrimonius: Al otro lado del charco, fue aprobada esta semana en España una ley que permite los matrimonios homosexuales y la adopción.
Mi optimismo se pone a prueba con este último tema.
Yo, totalmente de acuerdo en que derechos iguales para todos y justicia social, cero discriminación, etcétera.
Pero pregúntome yo: ¿no habríamos de discriminar también nosotros esas instituciones tan represoras y evidentemente decadentes?
A menos que uno esté enamorado del tul y el turrón, la música programada y las flores de plástico, no entiendo como hay gente que puede añorar ese pésimo gusto y querer algo de eso para sí, sin pretender parodiarlo, sino tomárselo en serio.
Domesticar la sexualidad es una opción que, en el mejor de los casos, me parece triste.
Domesticar las identidades disidentes es todavía más preocupante, porque luego la única manera de obtener respeto y credibilidad será a partir de un trámite obtuso y una fiesta con aras y arroz, con sonrisas compradas.
Lo único divertido del asunto, que son los clérigos rasgándose las vestiduras, pierde vigencia de tan repetido y ensayado el numerito.
Habrá quienes ya se estén soñando vestidos de blanco con su ramo de flores posando para la foto histórica -ahí está el oligofrénico ejemplo de Elton John o Rossi O'Donnel- sintiéndose en el mejor momento de su vida, siendo que deberían estar en fila con el nutricionista.
¿Y cuando termine la boda qué?
¿La convivencia será la mejor, sus hijos serán invitados a todas las fiestas?
Yo no lo sé. Según la tendencia optimista es un paso más para el reconocimiento de los gays y lesbianas como ciudadanos de primera, mientras quedan fuera todas las identidades alternativas posibles y los gays se convierten en la nueva hegemonía.
Yo lo único que quiero, es bailar roncanrol, podría decir.
Pero no. Lo único que quiero es ser optimista, tener esa facilidad para pasar de ladito por las espinas del discurso bienintencionado y encontrar siempre el lado positivo de todo. Como Lolita Ayala -sin la parte zoofílica ni lo trajes sastres- o no sé...se me acabaron los ejemplos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿El matrimonio para legitimarse como ciudadanos de primera?..
!!Guácala!!No cabe duda, ser pendejo es un mal que no discrimina raza,clase, sexo ni identidades
Atte
Jota A.

Petruska dijo...

Las leyes, de algún modo, modifican conductas; tal vez, legitimar los matrimonios homosexuales sea un aporte a la conducta en contra de la discriminación; pero mucho me temo que lo que pretende es más bien el orden social, como toda ley.
Lo que sucede antes y durante, la miel y rosas y tal, es otra cosa, quizás un debate sobre una institución -el matrimonio-. Aquí, en Latinoamérica, la mayoría de las políticas están asentadas en el concepto "familia", desde ahí que el matrimonio es una institución casi "sagrada", he ahí la cuestión.

Cariños. P.

Manuel dijo...

Yo creo que por eso es importante defender estilos de vida que se salgan de la regulación social.
Si uno se ha pasado la vida criticando las instituciones no es -quiero creer- para convertirse en un ente regulador, sino para vivir la vida como le guste a uno, aunque a los demás no les guste: la verdadera democracia es tener la posibilidad de ser un ciudadano que se crea sus propias dinámicas sin necesidad de un manual caduco.

Anónimo dijo...

La democracia justo sirve para que todos los ciudadanos podamos vivir según queremos vivir, sin ninguna restricción o discriminación. La ley debe contemplar esta diversidad, que ningún ciudadano quede en desventaja por pensar o vivir diferente. Ya a los ciudadanos nos toca elegir si queremos llevar nuestra vida o no dentro de esta regulación, dentro de este orden o las instituciones. La cuestión es tener derechos. Y nosotros tener la libertad de ejercerlos o no. (Nota: Manuel, espero que este optimismo repentino no te aleje del blog. Hoy no has posteado!).

Manuel dijo...

Mi optimismo es constantemente puesto a prueba por Blogger que no da una. Van más de tres post que se me borran por sus fallas.

Madame X. dijo...

El optimismo es fatal para el cutis. Envejece.