...y me tenía que tocar a mi.
Me gustaría tener las honduras emocionales y la complejidad psicológica de los edipos reprimidos. Cuando menos un poquito de rencor materno o algo así, pero esa parte del cliché no se me da.
Ayer dormí con mi madre. Como si tuviera tres años. En realidad tenía casi tres meses que no la veía teniéndola tan cerca. Pero es que las veces que la he querido ir a visitar o está en Nayarit o en Tijuana o Los Angeles o Ensenada.
Pata de perro, le dicen mis tías. No puede ver burro ensillado por que ya está dirigiendo la troupe.
Este fin de semana se subió a la prole místico-holística que organizó mi hermana y terminó hablándose de tú con la reencarnación nosequé del Dalai Lama, Don Lauro.
Ay, la Enriqueta. Que la vieran sus compañeras de oración desenvolviéndose en esas empresas paganas como pez en el agua, como en una novena de San Judas Tecreo.
De que tiene la manga ancha la Queta, la tiene. Y no nada más en el sentido figurado, sino que las mangas anchas son ideales para guardar la caguama sin que nadie más que el interesado se entere.
Así es ella. Ni por enterada se da de que ya cumplió setenta y que no está ya para andar dando saltos o trepándose donde menos se imaginan.
-Me la pasé danzando. Me dice y yo me la imagino dirigiendo un temazcal de la misma manera que dirige el novenario. Con esa actitud de madrota italiana que no hay quien contradiga.
Tengo una foto -mi primer desnudo integral- donde me sostiene en brazos. Tengo como seis meses y ella parece la Lolobrigida. La original, no la de la película de Piporro.
Mi Mamma Roma me vino a ver y eso mejoró mi humor.
Me llamó la atención que no me dijera nada de mi piercing. ¿Sería prudencia o de a tiro sus lentes ocupan otra graduación?
Serán peras o manzanas, este Edipo está contento.
OK, Mr. Freud?
1 comentario:
Te adoro cuando admites que eres un chipilón
Y también a la Queta. Siento que la quiero...
Med
Publicar un comentario