Queremos, y por eso luchamos cotidianamente contra todo (nosotros mismos incluidos), poner una piedra más en nuestra casa, la que queremos toda puertas y ventanas, por la que se pueda entrar, se pueda salir, mirar y ser mirado, sin más límite que las ganas de hacer una u otra cosa. Una casa donde no sea un dolor ser mujer, o niño, o anciano, o indígena, o joven, o gay, o lesbiana, o transexual, o trabajador del campo y de la ciudad. En fin, un lugar donde no sea una vergüenza pertenecer a la humanidad.
Subcomandante insurgente Marcos
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