My own private divas

Pa´l José

Ayer me regañaron por mi desplante melancólico del post anterior. Esto de los blogs tiene sus bemoles, me siento como cuando Yuri se pintó el pelo de rojo y nadie daba crédito. Ella se debía a su público y ahora a Jesucristo, el salvador. Yo no. Ella volvió a ser la rubia que canta baladas sólo que vende menos discos, la decadencia le llegó al mismo tiempo que la fe.
Yo apenas llevo poco más de dos meses escribiendo en este diario exhibicionista y ya pasé de la comedia autorreferencial al melodrama nostálgico sin pedir permiso a nadie. Me seguiré tiñendo el pelo y tapando o destapando más mi pudor de acuerdo a los dictados de mis huevos, por más machista que se oiga.
Esto fue una lección que aprendí de otra diva-pop, Lucía Méndez cuando estaba filmando "La Ilegal", con el único director a su medida: Arturo Ripstein. En la escena final la Méndez tenía que cruzar el Río Bravo cargando a su hijo en brazos y a la hora de rodar la escena, el director le pide a la actriz que se quite las zapatillas. Ella responde indignada que su público no la visualiza sin tacón alto y la escena se filma como ella la quiere, cruzando el charco en tacón alto. La mejor escena del cine mexicano de denuncia social que ya hubiera querido Buñuel.
Y todo gracias a que las divas saben fajarse los calzones y defender sus ideas aún montadas en un par de tacones del quince.