Se visten novias

Anoche fue la boda del hermano de la Negra. La novia, una halterista de metro y medio, parecía cantante vernácula en versión drag, con un peinado que parecía hecho con grenetina y un maquillaje que escondía tras el airbrush un bello rostro adolescente. El novio parecía Little Fat Joe en plan gala, sacado de onda como hámster estrenando jaula. Ambos sentados dentro de un nicho hecho especialmente para ellos, como el de los reptiles en el parque ecológico, pero con pastel de tres pisos (que no probamos).
Llegamos la escritriz et moi (guapísimos, yeah, right!) estratégicamente a la hora de la cena, ni más ni menos. La negra nos puso al día de sus tratamientos capilares, que estoy empezando a sospechar que son a base exclusiva de solventes fotográficos y empezó la variedad: el ramo (se lo sacó la prima sexy-cristiana) y la liga (662 ___________: aquí pongan su teléfono, please!).
Las tías parece que las venden en combo, son igualitas a las de mi familia. Siempre hay una que da la nota y otras que la reprimen. Una de ellas recibe un lap dance cortesía de un cholo disfrazado de Beto Cuevas en sus peores momentos (¿tiene de otros?), que se llevó las palmas por su desfachatez, pero sobre todo por su tatuaje en el pecho de ¡una grabadora!
El baile empieza y el catálogo es el mismo que vengo oyendo hace lustros. No nos quedamos más tarde, si no hubiéramos escuchado hasta “La sopa de caracol”. No faltó la extinta reina del tex-mex y la orzuela: Selena y el himno de La China: “Ay, mi yaquecita, ay, mi yaquecita, tu tienes un cuerpo hermoso que pareces sirenita”. Harto de ver como malbailaban a mi amiga, le tuve que decir cómo se hacía en Obregón y la otra, sorprendida y mareada por las vueltas me dice:
--¡No puedo creer que esté bailando ésto contigo y que hayas sido consumidor de panochitas!
Yo contesto falsamente indignado, a ritmo de banda:
-¿Qué crees que no tuve infancia o qué pedo?