martes, mayo 24, 2005

La bondad de los desconocidos

Estamos en la puerta, Rano me hace entrar y en lo que lo sigo por un pasillo enorme me dice que tiene un lugar donde puedo pasar la noche. El lugar es un hotel abandonado que sirve de guarida a gente sin hogar, drogadictos y una galería de personajes que apenas alcanzo a distinguir en mi afán por alcanzar la zancada de mi guía, un moreno grandulón y afable con quien me contactaron unos muchachos que conocí en la calle.

Al llegar al final del último pasillo pasamos al lado de una familia que parece desayunar en una terraza iluminada por un domo gigante, cuya luz alcanza la puerta del cuarto del fondo. Rano la abre y me invita a pasar al galerón enorme, que parece bodega de antigüedades, muebles estilo Luis XV se alcanzan a divisar por debajo del polvo que los cubre y de sábanas percudidas que se ondulan al ritmo del viento que entra por los ventanales.

Me señala el fondo del cuarto donde está una cama enorme rodeada de unos muebles blancos llenos de libros, discos y otras cosas que no alcanzo a distinguir. Mientras escucho que me dice que me puedo quedar el tiempo que quiera, la luz de una de las ventanas ilumina una figura postrada del lado izquierdo de la cama. Es Carlos, apenas veo su figura a contraluz y reconozco su perfil, su camiseta ceñida a rayas azul y rojo, su corte de pelo irregular.

Algo que prepara con las manos lo mantiene distraído y cuando nos escucha entrar voltea. No alcanza a decir nada cuando ya le estoy cuestionando su presencia ahí y él sólo responde con una sonrisa y un sorprendido hola. Tiene unas ojeras rojizas que apenas alcanzo a ver porque se voltea a inhalar la fórmula que momentos antes preparaba.

Rano le dice que ya era hora de que se hubiera ido, que no esperaba encontrarlo todavía ahí y que tiene cosas qué hacer. Él voltea y lo mira con sus ojeras más encendidas y hace una mueca de enfado con los ojos, me besa en la mejilla y sale por la ventana, se agarra de un tubo y baja como si fuera un bombero saliendo del refugio.

Volteo a ver a Rano, esperando a que cuestione mi relación con el muchacho pero todo lo que hace es bajarse la bragueta y sacar su enorme verga, casi morada y viscosa. Sonríe y me guiña un ojo.

Me quedo en silencio un momento, como si fuera un teléfono viejo y tardara en caerme el veinte. Reacciono cuando escucho el chasquido de la verga contra la palma de su mano y lo único que hago es tragar gordo, voltear a la puerta de entrada y ...

-¿Qué pedo?, me dice.
-...Hay gente allá afuera que nos puede ver. Contesto yo, cuando en realidad lo que quiero es salir corriendo.

Rano camina hacia la entrada sin preocuparse en subirse la bragueta, empuja de una patada la puerta, se acerca a mi y me toma de la nuca y yo espero que sea para rompérmela, pero no.



Sentado en el filo de la ventana, con un vaso de agua en la mano, miro como va apareciendo el sol a lo lejos, compitiendo con las miles de luces que hacen ver a la ciudad como un enorme pastel de cumpleaños. Pienso que debería estar fumándome un cigarro al mismo tiempo que pienso en Carlos y su estancia en este lugar, el hogar de los desconocidos de siempre...

8 comentarios:

Mercedes dijo...

Donde dices que queda el hotel este?

Anónimo dijo...

Uffff que calooor!!!, de verdad que tu post hacen que una, haga volar la imaginaciòn.

La Fran.

viajer@s dijo...

He leido este cuento de principio a fin, como se dice coloquialmente de jalón (y no sean malpensados). Su ritmo, las imágenes que han recreado mi imaginación y un rico lenguaje, han hecho de esta una historia cachonda y de suspenso que me ha gustado un mucho. Aunque dudo que estos comentarios sean considerados por los críticos de a deveras, vale decirte que te quedo gud gud.

Manuel dijo...

Gracias, my own private groupies!
Más elogios, maaaaaaaaás!!!

Anónimo dijo...

Pues no. El sindrome Jean Genet que crees padecer no cuaja del todo.
Atte
J.A.

Manuel dijo...

Pues yo de lo único que creo padecer es de tu mala leche Jota A., y a mi lo único que me gusta que cuaje es ya sabes qué...casi lo mismo que a tí, pero mejor.
En fin, que manera de cortarle a uno el orgasmo, caray!

PD: Qué nice soy, ahora sueño puro Genet!!!

Anónimo dijo...

meño. tu texto es sumamente visual quiza porq sin quererlo? recurres a la libido... pero
mas q cuento, tu textículo se me antoja a anécdota exótica ... de esas q te suelen pasar solo a ti los viernes por la nochi cuando tus opciones se han agotado y crees q ya todo valió queso… pero de pronto suena tu movil y te habla una voz húmeda desconocida, ávida de fechorías carnales... tu cuento emana iconos q bien pudieran ser ubicados en cualquier porn californiano de ese q se producía en Van Nuys Cal en los ochentas (vease “Jazmin and bad guys”, 1988 no recuerdo el nombre del direc), con decirte (acá entre nos) q se me empezó a parar el pene… jiji
síguele atizando a la pluma…
vale, salud!

Manuel dijo...

¿Entonces eres tu el que me ha estado siguiendo los viernes en la noche, anónimo baquetón?

Acá entre nos: eso de "se me empezó a parar el pene" suena a película porno brasileña subtitulada por Julio Frenk.